Mantengo un intercambio epistolar con Manfred Bienefeld,un
académico canadiense de la Universidad de Carleton, ya retirado, experto en temas
internacionales, la
globalización y el desarrollo. Mi ex profesor y amigo, ha mantenido algunas
tesis que se sostienen en el tiempo. Nos alerta sobre un mundo polarizado e
inestable, que tiene posibilidades de conducirnos a otra gran conflagración
mundial. Aquí reproduzco algunas de sus principales tesis sobre la coyuntura
actual por el interés que tienen para quienes nos preocupamos por el inquietante
contexto internacional.
Manfred siempre ha sostenido, en sus escritos y en sus
clases, desde mediados de los
setentas, que los mercados deben estar constreñidos por regímenes sociales y
políticos capaces de controlar sus tendencias centrífugas y que si a la
globalización neoliberal se le permite continuar erosionando los
“Estados-nación” llamados a ejercer dichas funciones de control, por necesidad y falta de alternativas, los ciudadanos eventualmente
perderían la fe en esos estados. Y ha
advertido que a medida que el mundo se vuelva cada vez más
incierto y conflictivo, estos se
remitirán más y más a la religión y la etnicidad, para encontrar un “lugar
donde pararse”. En resumen,
Manfred, siempre ha descrito esta situación como una que recrea las condiciones
de 1920, y considera que sigue siendo una metáfora útil.
Es así como, aún en el “mundo desarrollado” vemos hoy
personas cada vez más distantes de sus gobiernos, cada vez más cínicas respecto
del proceso político y cada vez más inconformes por sus salarios congelados, los
explosivos niveles de desigualdad en el ingreso, la inseguridad económica y el
continuo deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura. De
repente aún el mantra según el cual la liberalización comercial opera en beneficio del bien público,
está cayendo en total descrédito, sin importar quien lo diga o cuantas veces lo
repita. Como escribió Yeats alrededor de 1920, en un maravilloso poema titulado Slowching towards Bethehem: ¡”El centro
no se sostiene…los mejores han perdido toda convicción”!
En resumen, la condición para una democracia real, entendida como un sistema que permite a los ciudadanos resolver sus diferencias amigable y constructivamente sobre unas bases sólidas, está desapareciendo rápidamente en casi todas partes. Y, por supuesto, este es un proceso que se auto refuerza en la medida en que la inestabilidad genera conflicto, el cual, a su vez, exacerba la inestabilidad. Y en respuesta, grupos, regiones, “gentes” definidas étnicamente y “naciones” se unen para defender sus intereses, o más a menudo, para defenderse de amenazas percibidas o reales frente otros que también buscan defender sus propios intereses, según como los perciban.
En el fondo, este es el combustible que hace que la política
hoy día sea tan volátil, como la
yesca seca, los bosques y praderas asolados por las sequía que representan riesgos
enormes de incendios para la gente y las comunidades. Estas condiciones en
parte explican muchos de los “sorprendentes desarrollos políticos” de los
últimos años: los fenómenos de Donald Trump y Bernie Sanders en Estados Unidos,
el desastre de Duterte en las Filipinas, el golpe brasilero, la informe y
trágica “primavera árabe” – y también Brexit y Grexit- y….?
Dice Manfred, que durante años, cuando hablaba de semejantes
posibilidades, siempre advertía que si su análisis se probaba correcto,
entonces algún día se encontraría parado hombro a hombro con gente que
básicamente detestaba – porque para el momento en que estas presiones se
tornaran tan explosivas las demandas por una mayor autonomía vendría por lo
general de grupos de derecha fascistas, y esto es lo que estamos presenciando
hoy día. Es así como vivió el
Brexit, con un aparte de sí esperando
que un resultado pro Brexit obstaculizara la globalización rampante (en la que el sistema financiero
británico juega un importante papel), pero al mismo tiempo atemorizado por “la política” de las
personas que estaban promoviendo la campaña a favor.
Manfred explica que para poder comprender el cuento europeo más ampliamente
hay que también entender los esfuerzos desesperados de Estados Unidos por
conservar su posición geopolítica en vista de los crecientes retos. En esencia,
la respuesta de Estados Unidos ha
estado guiada por un principio expuesto por primera vez en un documento
estratégico del Pentágono expuesto
a comienzos de los noventa. En
respuesta a la pregunta “cuál debe
ser el principal objetivo del poderío militar de Estados Unidos en el mundo de
la post Guerra Fría?”, el
documento concluyó que debería ser el de “prevenir que surja una superpotencia
rival”. Como resultado, la
diplomacia norteamericana se ha enfocado en tres “potenciales rivales” - China, Rusia y Europa -. En tanto que
los dos primeros han sido crecientemente demonizados y cercados por bases
militares y por países en los que “hemos” alentado, financiado y apoyado
fuertes movimientos nacionalistas “hostiles a Rusia y China,
respectivamente” y a menudo
también alentado y validado, largas y continuas fisuras étnicas o religiosas
para tal fin.
En el caso de
Europa, un ostensible cercano aliado, los mismos fines han sido perseguidos, pero de una manera más
subrepticia e indirecta. Por un lado, Estados Unidos apoyó decididamente la
entrada de Gran Bretaña a la Unión Europea, con el propósito de convertir a
Bruselas en un propagador del
neoliberalismo – cuestión que Gran Bretaña hizo durante algún tiempo-; segundo,
comenzando con el desmembramiento de Yugoslavia, la OTAN fue transformada en
una fuerza agresiva que uniera a Europa más estrecha y formalmente a la
estrategia global estadounidense y proveyera a Estados Unidos con una base para
pedir grandes incrementos de gasto
militar a sus “socios” europeos; y tercero; este propósito se ha logrado
mediante el fuerte apoyo a la constante expansión del ámbito de la Unión
Europea, destruyendo efectivamente
la esperanza, o más bien el sueño de que la Unión Europea pudiera algún
día, convertirse efectivamente en una entidad nacional, y asegurando que ésta
terminara simplemente siendo una entidad económica unificada – otra zona más de
“libre comercio” en esteroides.
Todo esto “funcionaba” desde la perspectiva estadounidense, pero había
oposición al interior de Europa, y la situación se ha vuelto explosiva en
la medida que el continente ha
padecido al tratar de lidiar con el tsunami de los refugiados de la guerra – y
económicos- generados por la simultánea desestabilización de una serie de
regímenes claves del Medio Oriente. De manera que ahora hemos creado una
situación en donde la guerra – una gran conflagración – se ha convertido, una
vez más, en una absurda y trágica posibilidad.