Historias de la realidad o la realidad de las historias

viernes, 16 de septiembre de 2016

Un mundo polarizado e inestable: Manfred Bienefeld


Mantengo un intercambio epistolar con Manfred Bienefeld,un académico canadiense de la Universidad de Carleton, ya  retirado, experto en temas internacionales, la globalización y el desarrollo. Mi ex profesor y amigo, ha mantenido algunas tesis que se sostienen en el tiempo. Nos alerta sobre un mundo polarizado e inestable, que tiene posibilidades de conducirnos a otra gran conflagración mundial. Aquí reproduzco algunas de sus principales tesis sobre la coyuntura actual por el interés que tienen para quienes nos preocupamos por el inquietante contexto internacional.

Manfred siempre ha sostenido, en sus escritos y en sus clases,  desde mediados de los setentas, que los mercados deben estar constreñidos por regímenes sociales y políticos capaces de controlar sus tendencias centrífugas y que si a la globalización neoliberal se le permite continuar erosionando los “Estados-nación” llamados a ejercer dichas  funciones de control,  por necesidad y falta de alternativas, los ciudadanos eventualmente perderían la fe en esos estados. Y  ha advertido  que a medida  que el mundo se vuelva cada vez más incierto y conflictivo,  estos se remitirán más y más a la religión y la etnicidad, para encontrar un “lugar donde pararse”.  En resumen, Manfred, siempre ha descrito esta situación como una que recrea las condiciones de 1920, y considera que sigue siendo una metáfora útil.

Es así como, aún en el “mundo desarrollado” vemos hoy personas cada vez más distantes de sus gobiernos, cada vez más cínicas respecto del proceso político y cada vez más inconformes por sus salarios congelados, los explosivos niveles de desigualdad en el ingreso, la inseguridad económica y el continuo deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura. De repente aún el mantra según el cual la liberalización comercial opera en beneficio del bien público, está cayendo en total descrédito, sin importar quien lo diga o cuantas veces lo repita. Como escribió Yeats alrededor de 1920, en un maravilloso poema titulado  Slowching towards Bethehem: ¡”El centro no se sostiene…los mejores han perdido toda convicción”!

En resumen, la condición para una democracia real, entendida como un sistema que permite a los ciudadanos resolver sus diferencias amigable y constructivamente sobre unas bases sólidas, está desapareciendo rápidamente en casi todas partes. Y, por supuesto, este es un proceso que se auto refuerza en la  medida en que la inestabilidad genera conflicto, el cual, a su vez, exacerba la inestabilidad.  Y en respuesta, grupos, regiones, “gentes” definidas étnicamente y “naciones” se unen para defender sus intereses, o más a menudo, para defenderse de amenazas percibidas o reales frente otros que también buscan defender sus propios intereses, según como los perciban.


En el fondo, este es el combustible que hace que la política hoy día sea tan volátil,  como  la yesca seca, los bosques y praderas asolados por las sequía que representan riesgos enormes de incendios para la gente y las comunidades. Estas condiciones en parte explican muchos de los “sorprendentes desarrollos políticos” de los últimos años: los fenómenos de Donald Trump y Bernie Sanders en Estados Unidos, el desastre de Duterte en las Filipinas, el golpe brasilero, la informe y trágica “primavera árabe” – y también Brexit y Grexit- y….?

Dice Manfred, que durante años, cuando hablaba de semejantes posibilidades, siempre advertía que si su análisis se probaba correcto, entonces algún día se encontraría parado hombro a hombro con gente que básicamente detestaba – porque para el momento en que estas presiones se tornaran tan explosivas las demandas por una mayor autonomía vendría por lo general de grupos de derecha fascistas, y esto es lo que estamos presenciando hoy día.  Es así como vivió el Brexit, con un aparte de sí esperando  que un resultado pro Brexit obstaculizara la  globalización rampante (en la que el sistema financiero británico juega un importante papel),  pero al mismo tiempo atemorizado por “la política” de las personas que estaban promoviendo la campaña a favor.

Manfred explica  que para poder comprender el cuento europeo más ampliamente hay que también entender los esfuerzos desesperados de Estados Unidos por conservar su posición geopolítica en vista de los crecientes retos. En esencia, la respuesta de Estados Unidos  ha estado guiada por un principio expuesto por primera vez en un documento estratégico del Pentágono  expuesto a  comienzos de los noventa. En respuesta a  la pregunta “cuál debe ser el principal objetivo del poderío militar de Estados Unidos en el mundo de la post  Guerra Fría?”, el documento concluyó que debería ser el de “prevenir que surja una superpotencia rival”. Como resultado,  la diplomacia norteamericana se ha enfocado en tres “potenciales rivales” - China, Rusia y Europa -. En tanto que los dos primeros han sido crecientemente demonizados y cercados por bases militares y por países en los que “hemos” alentado, financiado y apoyado fuertes movimientos nacionalistas “hostiles a Rusia y China, respectivamente”  y a menudo también alentado y validado, largas y continuas fisuras étnicas o religiosas para tal fin.

En el caso de Europa, un ostensible cercano aliado, los mismos fines han sido perseguidos, pero de una manera más subrepticia e indirecta. Por un lado, Estados Unidos apoyó decididamente la entrada de Gran Bretaña a la Unión Europea, con el propósito de convertir a Bruselas  en un propagador del neoliberalismo – cuestión que Gran Bretaña hizo durante algún tiempo-; segundo, comenzando con el desmembramiento de Yugoslavia, la OTAN fue transformada en una fuerza agresiva que uniera a Europa más estrecha y formalmente a la estrategia global estadounidense y proveyera a Estados Unidos con una base para pedir grandes incrementos  de gasto militar a sus “socios” europeos; y tercero; este propósito se ha logrado mediante el fuerte apoyo a la constante expansión del ámbito de la Unión Europea, destruyendo efectivamente  la esperanza, o más bien el sueño de que la Unión Europea pudiera algún día, convertirse efectivamente en una entidad nacional, y asegurando que ésta terminara simplemente siendo una entidad económica unificada – otra zona más de “libre comercio” en esteroides.

Todo esto “funcionaba” desde la perspectiva estadounidense, pero había oposición al interior de Europa, y la situación se ha vuelto explosiva en la medida que  el continente ha padecido al tratar de lidiar con el tsunami de los refugiados de la guerra – y económicos- generados por la simultánea desestabilización de una serie de regímenes claves del Medio Oriente. De manera que ahora hemos creado una situación en donde la guerra – una gran conflagración – se ha convertido, una vez más, en una absurda y trágica posibilidad.