Un recuento de lo que solían ser los bancos y lo que son ahora nos permitirá entender por qué con la globalización neoliberal dejaron de cumplir una función social primordial para el desarrollo de toda sociedad como es el crédito para dedicarse a la especulación financiera, un asunto que parece de ciencia ficción.
Del banco tradicional a la titularización[1]
El banco tradicional tenía por función prestar dinero de otros, dinero que la gente le confiaba para que la salvaguardara, no para que la invirtiera. Prestaba dinero de sus clientes sobre la base de que el depositante podía retirarla cuando lo deseara. Normalmente el banquero no es consciente de que cuando hace un préstamo, creando un nuevo depósito para otro cliente, está prestando el dinero del depositante. Lo cierto es que al hacerlo está incrementando la suma de dinero en el sistema bancario y está devengando una utilidad. En realidad el banco presta el dinero del gobierno, porque los gobiernos son la fuente del dinero. Cuando el banco presta crea nuevo dinero, que normalmente el Gobierno tiene que reconocer y respaldar. [2]
El banquero que hacía negocios con el dinero de otros, debía tener una reputación intachable pues la banca era un asunto basado en la confianza y conllevaba un altísimo interés público: los negocios y empresas de una comunidad dependían de ella para su desarrollo y prosperidad. Se consideraba que los bancos obtenían una utilidad por calcular y tomar riesgos, pero en la realidad la banca era segura y estable, la mayor parte del tiempo, porque los bancos podían contar con ingresos por la información privilegiada que tenían y por eso funcionaban bien como intermediarios entre los que tenían dinero para prestar y los que tenían que pedirlo prestado. Los bancos no hacían préstamos riesgosos y la diferencia entre el costo de sus fondos y las tasas de interés que podían cobrar a sus prestatarios era relativamente estable, dejándole al banco una ganancia satisfactoria y razonable. Se esperaba que los bancos sirvieran a las necesidades de sus comunidades antes de mirar a otros lugares en busca de negocios lucrativos y los banqueros trabajaban en horario de oficina. Pero fue el mismo Gobierno, comenzando por el estadounidense, quien alentó una industria para que creciera perdiendo su función social tradicional.
Los bancos cambiaron su función principal de otorgar créditos y se metieron también en el negocio de la titularización y los servicios financieros, es decir en el mercado de valores. La gran invensión del capitalismo fue la creación de títulos o derechos sobre dinero – cuentas bancarias, bonos y acciones que pueden ser redimidos con facilidad. Estos títulos reemplazan el dinero como depósitos de valor, siempre y cuando puedan ser cobrados con facilidad. Cuando no es así la gente guarda sus ahorros debajo del colchón.
Los bancos entonces empezaron a hacer primero los préstamos para luego salir a conseguir el dinero. La fuente de sus fondos dejó de ser la aglomeración de depósitos. Los bancos empezaron a consiguir el dinero donde pudieran para usarlo en cualquier cosa que parezca lucrativa a luz de la ley; diseñan ‘productos’ para la venta a personas y empresas como medio para recaudar fondos y otros ‘productos’ como medio para utilizar fondos. Ello significa que están en abierta competencia con todas las demás instituciones financieras – compañías de seguros, corredores de bolsa, creadores y empacadores de hipotecas, servicios de pago electrónicos.
Esta combinación de banca comercial y de inversión se tornó tan arriesgada y especulativa que se consideró ampliamente como la culpable de la Gran Depresión de 1929 cuando el pánico a perder los ahorros produjo una retirada masiva de depósitos de los bancos, lo que llevó numerosas entidades a la quiebra.
Hay tres razones generales por las cuales las instituciones financieras y los mercados deben ser regulados: primero, para impedir que las disrrupciones en los mercados financieros generen riesgos sistémicos más graves; segundo, para proteger a los consumidores de cobros exagerados por los servicios financieros y tercero, para desarrollar objetivos sociales más amplios y uno cuarto podría ser para proteger a los banqueros de sí mismos, según Martin Mayers. Esta cuarta función es como un admonición de lo que sucedería como resultado de la ingeniería financiera, la titularización y los incentivos perversos creados.
Como consecuencia del Crack de 1929, en Estados Unidos se aprobó la Ley Glass-Steagall en 1933 que separó los bancos comerciales, que prestan dinero, de los bancos de inversión, que organizan la venta de acciones y bonos para: 1) evitar los conflictos de intereses que surgen inevitablemente cuando el mismo banco emite acciones y presta dinero; 2) garantizar que aquellos a los que la gente del común había confiado su dinero en los bancos comerciales no asumieran el mismo tipo de riesgos que los bancos de inversión, cuyo principal objetivo es maximizar el retorno de capital. Esta Ley contribuyó a ganar estabilidad en los mercados, al menos por algún tiempo. Franklin D. Roosevelt, quien instituyó esta Ley como parte del New Deal, decía que prefería rescatar a los que producen alimentos que a los que producen miseria. Al período socioeconómico transcurrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta la crisis del petróleo de 1973, se le conoció como la Edad de Oro del Capitalismo.
Otro hito en la historia de los bancos y las finanzas, fue la decisión que tomó la Reserva Federal estadounidense de liberar a los bancos de la obligación de respaldar sus monedas con oro. En 1971, durante el gobierno de Nixon, las monedas competían o flotaban unas con otras; el oro desapareció del panorama monetario. Dado que se considera al dólar como la divisa de reserva, las cantidades de dólares que se guardan en el exterior son una considerable fuente de ingresos para el Tesoro estadounidense, a través de los beneficios de monetización (seignorage).
Fuertemente criticada desde mediados de los años 70, la Ley Glass-Steagall fue derogada el 12 de noviembre de 1999 por la Financial Services Modernization Act, más conocida como Ley Gramm-Leach-Bliley. La Ley representó un éxito largamente buscado por los megabancos. Esta decisión fue nuevamente considerada como la causante de otra gran crisis financiera, la de 2008. Cuando la revocación unió los bancos de inversión y los bancos comerciales, la cultura de la banca de inversión se volvió a imponer. Sus consecuencias fueron el regreso a un alto grado de apalancamiento y riesgo y un sistema bancario menos competitivo y más concentrado dominado por bancos cada vez más grandes.
La complejidad financiera actual: derivados y swaps
Amadeo Moreno Torre dice en su artículo Los Desafíos de la Globalización Financiera y La Intervención Del Estado, 2007 que:
Los derivados son el instrumento financiero, que mejor se identifica con el proceso de globalización financiera, su ritmo de crecimiento y de innovación, no ha dejado de acelerarse, apostándose sobre todos los activos financieros existentes, que puedan verse afectados por la evolución de los tipos de interés, tipos de cambio y evolución bursátil, sobre los que se realizan operaciones de futuro, opciones o recompras, en mercados de grandes volúmenes, escasa transparencia y altamente desregulados. La opacidad de estos mercados radica en primer lugar en que la alta complejidad pone en duda la capacidad de administrar los riesgos involucrados, en segundo lugar, la alta concentración de este tipo de transacciones en los bancos internacionales mas grandes, dificultan el acceso a la información, en tercer lugar dada la mayor debilidad en las regulaciones de estos mercados, los riesgos legales son imprevisibles.
En efecto, derivado es un instrumento financiero que ‘deriva’ su valor del cambio en el precio de otro activo. Una apuesta por que el precio aumente diez dólares el lunes que viene es un derivado. Se suponían que junto con los swaps o permutas debían contribuir a aminorar el riesgo pero resultaron ser un arma de doble filo, pues no tenían ningún tipo de regulación. Todos los contratos de opciones, contratos a plazos y a futuros son derivados. Un derivado es una apuesta, no una inversión - una apuesta sobre la dirección, la dimensión, duración y velocidad de cambio en el valor de otro instrumento financiero -. Y como cualquier apuesta, su valor está realmente en función de la capacidad crediticia de quien lo suscribió. Pero más importante que definir los derivados, es saber por qué son un peligro: principalmente porque pueden ser usados para apalancar el riesgo, el riesgo cambiario, de tasas de interés, accionario, sin colocar mucho dinero y generalmente es un juego de suma-cero.
Así como "el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo", con la globalización, el llamado riesgo sistémico y el contagio financiero, se expresan en que el cambio de un precio en un mercado se expande de tal manera que su efecto se siente en varios países y mercados. La volatilidad de los mercados financieros hace casi imposible que los gobiernos puedan tomar decisiones efectivas primordialmente por la gran incertidumbre y el gran riesgo sistémico. Estos pierden autonomía y capacidad afectando la formulación y aplicación de sus políticas macroeconómicas.
Stligtz dice en su libro Caída Libre: el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial, que “los banqueros, en su mayoría, no son por naturaleza más codiciosos que la otra gente. Lo que pasa es que tienen más oportunidades y mayores incentivos para causar estragos a costa de los demás”. Estos incentivos están distorsionados y desaliniados con los objetivos sociales. Un ejemplo importante es la manera como se paga a muchos ejecutivos mediante bonus o stock options[3], que se calculan en función de los ingresos generados. A los ejecutivos a los que se les pagaba con stock options tenían un incentivo para hacer todo lo posible a fin de que el precio de las acciones de su empresa subiera, incluida la contabilidad creativa. Y los bancos de inversión emitieron tantos productos complejos basados en las hipotecas tóxicas como pudieron, simplemente porque para eso les pagaban, sin tener en cuenta si esas hipotecas podían ser pagadas.
La crisis financiera de 2008 demostró que la autoregulación, que propugnaba la industria financiera, secundada por Greenspan, era un contrasentido y no funciona: los bancos fracasaron a la hora de evaluar sus riesgos y de hecho asumieron riesgos tan desmesurados que pusieron en riesgo su propia existencia. Pero incluso, si un determinado banco estaba gestionanado bien sus riesgos, el riesgo sistémico seguía siendo el mismo. En esa ocasión, como sostiene J. Stigliz: “todos los bancos apostaron porque no había burbuja inmobiliaria, porque los precios del sector inmobiliario no caerían. También apostaron porque los tipos de interés no subirían y que, si subían, los que habían pedido los créditos seguirían siendo capaces de devolverlos. Eran apuestas sin ningún fundamento…” Y no era un problema de falta de información sino de falta de transparencia ligada al engaño.
Dice Stiglitz, quien estudió muy cuidadosamente la crisis finaciera del 2008:
Los bancos estadounidenses estaban activamente dedicados a engañar: quitaban el riesgo de las cuentas de resultados para que nadie pudiera valorarlo. La magnitud del engaño que se consiguió es alucinante: Lehman Brothers pudo declarar que tenía una red que valía 26.000 millones de dólares poco antes de desaparecer, cuando tenía un agujero en su cuenta de resultados de casi doscientos mil millones. (…) La realidad de esta crisis concreta es mucho más sencilla: se dieron hipotecas malas, sobre la base de una burbuja, a gente que no podía devolverlas. Los precios del mercado son imperfectos, pero en gran medida aún representan la mejor información de la que se puede disponer para conocer el valor de los activos. (…) La pura complejidad tuvo un papel tan importante en esta crisis como la falta de transparencia. Los mercados financieros habían creado unos productos tan complejos que aún conociendo todos los detalles nadie entendía del todo las implicaciones que tenían en cuanto al riesgo. (…) La valoración de los productos complejos no la hacían los mercados. La hacían unos modelos por ordenador que, por muy complejos que fueran, no podían incluir todas las informaciones relevantes.
Después de la caída de Lehman Brothers, de la nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac, (empresas inmobiliarias) y del rescate del American International Group, AIG, Bush se apresuró a apoyar a los bancos con un rescate masivo de 700.000 millones de dólares mientras ignoraba a los millones de hogares cuyas hipotecas iban a ejecutarse.
El Nobel de economía ha puesto al descubierto en sus libros como un sistema financiero global inestable que resulta en crisis recurrentes, donde los países pobres se encuentran, una y otra vez, agobiados por una deuda insostenible y sobre otras anomalías de la globalización como el hecho de que el dinero que debería fluir de los países ricos a los países pobres, lo ha estado haciendo en dirección contraria, en los últimos años. Mientras que los ricos están en mejores condiciones de afrontar los riesgos de las fluctuaciones de la moneda y las tasas de interés, los pobres son los que soportan el impacto de esta volatilidad.
La creación de la La Oficina de Protección Financiera del Consumidor ( CFPB ) es una agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la protección del consumidor en el sector financiero fue autorizada por la Ley Dodd-Frank de Reforma de Wall Street y Protección al Consumidor, cuya aprobación en 2010 fue una respuesta legislativa a la crisis financiera de 2007-08 y la Gran Recesión posterior. La senadora Democráta, Elizabeth Warren, quien fuera marginalizada y arrinconada durante la campaña Demócrata a la Presidencia por los sectores más conservadores, tenía como uno de sus puntos de campaña el restablecimiento del Glass-Steagall Act, para poner freno nuevamente al sector financiero.
Las consecuencias de la globalización financiera para un país como Colombia
El atraso de Colombia también se refleja en que no tiene un mercado de capitales muy grande, profundo, dicen los economistas, y en que hay una relativamente baja bancarización. No obstante, el sector financiero es de lejos el sector que más crece (así la economía productiva no lo haga), el que más gana[5], el que menos impuestos paga y todo ese poder está concentrado en tres grupos económicos[6] y en trece conglomerados financieros[7]
Jairo Orlando Villabona, profesor asociado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, concluye un estudio sobre los bancos colombianos en 2010 , diciendo:
“Las altas tarifas cobradas por productos y servicios, la alta tasa de intermediación financiera[8] comparada con países desarrollados, y las abultadas utilidades de los establecimientos de crédito son expresión de que algo grave está sucediendo en la economía del país”.
Según Aurelio Suárez en un artículo publicado el 14 de mayo de 2020 por RedDemos:
El Grupo Aval Acciones y Valores S.A. es el grupo económico más poderoso de Colombia. Con una fortuna de 12 mil millones de dólares, su cabeza, Luis Carlos Sarmiento Angulo, ocupa el puesto 123 entre los más ricos del mundo, según la lista Forbes de este año.
Según un Estudio de Asobancaria de 2016, sobre la competencia y la eficiencia en la banca colombiana: la concentración de la industria bancaria ha aumentado en Colombia en los últimos 14 años y de manera significativa a partir del año 2005 y hasta el 2007 debido principalmente a un importante proceso de fusiones y adquisiciones (integraciones) que se vivió durante esos años.
En 2019, un informe de la OCDE, con motivo del ingreso de Colombia a esa organización, confirma también la creciente participación de la banca extranjera en el país. Los inversionistas internacionales aprovecharon las oportunidades de negocio en Colombia y prueba de ello es la presencia en el territorio nacional de conglomerados financieros internacionales muy importantes como el BBVA, Itaú, BNP Paribas, Scotiabank, entre otros.
Otra de las consecuencias de la globalización financiera ha sido la desaparición de los bancos de fomento como lo fue la Caja Agraria para el sector agropecuario, hasta su liquidación en el 2000. Las consecuencias han sido funestas para un sector que no prospera al menos que tenga crédito barato, suficiente y oportuno. En los países desarrollados el sector agropecuario es un sector estratégico y por tanto subsidiado y protegido.
La reciente Audiencia Pública sobre crédito agropecuario en el Congreso, evidenció cómo ningún banco en Colombia, ni siquiera el Banco Agrario, está prestando como debiera a un sector tan vulnerable y tan duramente golpeado por las importaciones de alimentos, los avatares del clima, la volatilidad de los precios internacionales, la falta de apoyo institucional y ahora por la pandemia de la Covid-19. Nadie quiere prestarle a un sector, abocado a la desaparición, por cuenta de una decisión política tomada en Colombia en los noventas: la globalización neoliberal.
Ahora en medio de la pandemia del coranavirus, la más global e incierta que ha tenido la humanidad, el Gobierno Nacional en cabeza de su Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla (al cual Daniel Coronell llamó plutócrata por sus ejecutorias),
decide crearle más oportunidades de ganancias a los bancos. Así lo denunció el Senador Robledo del Polo Democrático:
El Gobierno emitió los decretos 562 y 572 de 2020, los cuales aprobaron la emisión de deuda pública por parte del Ministerio de Hacienda por $9,4 billones de pesos. Los decretos especifican que los llamados Títulos de Solidaridad[9] serán comprados de manera obligatoria por los bancos privados, con los recursos liberados de encaje bancario, es decir, el ahorro de las cuentas de la gente.
Mauricio Cabrera, en su columna del 19 de Abril para Portafolio, explica también el exabrupto:
El colmo de esta visión maniquea es la última medida tomada por el Banco de la República y el Gobierno. El BR bajó el encaje de los depósitos bancarios y liberó a los bancos $9,4 billones que estaban congelados. Después el Gobierno expidió el decreto 562 que impuso una inversión forzosa a los bancos obligándolos a comprarle unos Títulos de Solidaridad (TDS) por $9,4 billones, con los que va a financiar el aumento del gasto público necesario para enfrentar la pandemia.
Es una vuelta innecesaria porque el BR podía comprar directamente los TDS con la aprobación unánime de su Junta Directiva. Con un agravante que es el costo fiscal y la ganancia para los bancos. Como los TDS pagan un interés (que puede ser como el 6% anual), el gobierno va a pagar unos $500.000 millones anuales, que son utilidades nuevas para los bancos, porque los depósitos de encaje no tenían remuneración.
Si fuera el BR el que comprara los TDS, el Gobierno podría pagar los mismos intereses, pero ahora serían utilidades del BR que se trasladan como dividendos a la Nación, de manera que el costo fiscal neto sería cero. En esta época de crisis la emisión debería servir para ayudar a las finanzas públicas.
Un análisis reciente de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo muestra cómo las deudas sostenidas podrían plantear un problema mayor para la economía global y el sistema financiero. En 2018, la deuda total (privada, pública, interna y externa) en los países en desarrollo fue casi el doble de su PIB combinado, la más alta que jamás haya sido. Con la Covid- 19, crecerán las montañas de deuda tanto del sector público como privado y de los hogares por cuenta de la parálisis económica ¿Qué harán entonces los bancos globalizados y dedicados a la especulación financiera? ¿Cómo se comportará la banca multilateral que ha promovido la globalización financiera y los créditos condicionados? ¿Cuál será el papel de los bancos centrales o emisores cuando se necesita más liquidez? ¿Habrá moratoria de la deuda, como en crisis pasadas? ¿Habrá condonación de deudas? Todas son preguntas cuyas respuestas serán la clave para la futura reactivación de las economías.
[1] Titularización es el agrupamiento o empaquetamiento de activos financieros para ser transformados en títulos valores y vendidos o adquiridos por inversionistas.
[2] El dinero es a la vez un medio de intercambio, una unidad contable y un depósito de valor. Sin dinero, la división del trabajo en gran escala hubiera sido imposible y por tanto el surgimiento de la economía moderna. Ni los mercados ni el dinero podrían existir excepto en un contexto legal creado y mantenido por el Gobierno. El poder de emitir dinero, sea mediante metales preciosos o como papel moneda, es indefectiblemente una fuente de ganancias denominada señoreaje.
[3] En teoría, las stock options son un complemento retributivo a directivos que les da derecho a comprar acciones de la compañía a un precio de ejercicio o strike durante un periodo limitado de tiempo en cantidades enunciadas en el contrato de opciones. El objetivo es que los trabajadores contribuyan a la mejora de los resultados de la empresa. Al aumentar el valor de la empresa, la cotización responderá paralelamente y les permitirá enriquecerse junto a la compañía.
[4] Véase Joseph Stiglitz Caída libre: del libre mercado al hundimiento de la economía mundial, mayo de 2010, Colombia, capítulo 6, “la avaricia rompe el saco”.
[5] En 2019 Las utilidades de las entidades financieras alcanzaron más de $21,5 billones, encabezadas por los bancos que ganaron más de $11 billones.
[6] Hoy el sistema financiero colombiano está altamente concentrado en 3 actores locales vinculados a los grandes grupos económicos del país (Bancolombia (Grupo Empresarial Antioqueño), AVAL (Organización Luis Carlos Sarmiento Angulo) y Davivienda (Grupo Bolívar).
[7] Se conoce como conglomerado financiero a aquellos grupos de entidades cuyas actividades cubren a la vez los servicios ofrecidos por los bancos, las compañías de seguros y las sociedades de inversión, o al menos dos de las anteriormente nombradas. La Superintendencia Financiera certificó la existencia de 13 conglomerados en 2012, cuando el FMI y el Banco Mundial le recomendaron al país supervisar a sus entidades financieras bajo la figura de conglomerados.
[8] El margen de intermediación bancario es la diferencia entre la tasa que pagan los bancos por el dinero del público (cuentas de ahorro y CDT) y la que estos cobran cuando les prestan dinero a las personas, a través de las distintas líneas de crédito, esta oscila alrededor del 7%. Lo que sitúa a Colombia en la casilla 13 entre 20 países latinoamericanos, según el más reciente ‘Informe de Desarrollo Financiero Global 2017-2018’, elaborado por el Banco Mundial. Los márgenes de intermediación bajos están asociados a economías desarrolladas como Japón, Reino Unido, Suiza.
[9] Los Títulos de Solidaridad -TDS- son títulos de deuda pública de la Nación, denominados en pesos, libremente negociables, con plazo de un año, prorrogable de manera total o parcial, de manera automática, por periodos iguales a solicitud del Ministerio de Hacienda y Crédito Público -Dirección General de Crédito Público y Tesoro Nacional- hasta el año 2029.