Historias de la realidad o la realidad de las historias

lunes, 22 de abril de 2024

Presentación del libro Transición Energética.Necesidad, Negocio y Utopía


 

El libro, Transición Energética, necesidad, negocio y utopía de Aurelio Suárez y Juan Antonio Escobar, consta de tres capítulos, bajo un esquema de preguntas y respuestas: el primero, sobre la necesidad, hace un diagnóstico sobre la crisis climática  y todas sus expresiones como el incremento de los gases de efecto invernadero y los daños que causa a la humanidad y al planeta. El segundo,  sobre el negocio, ilustra cómo dicha transición, con base  en las nuevas economías verdes o limpias, está permeada por el capital financiero (unión del capital bancario con el industrial) y el tercero,  sobre la  utopía, se centra en los obstáculos políticos, económicos y tecnológicos que impiden que las metas propuestas por el Acuerdo de París de 2015 se cumplan a cabalidad.  

La desigualdad en la transición energética 


La desigualdad entre las naciones y las poblaciones frente a la crisis  climática,  en sus causas, sus efectos  y  posibles soluciones,   es una preocupación y un concepto implícito en los tres capítulos.  
 
El Acuerdo de París de 2015 - hay un antes y un después del Acuerdo de París-   planteó unas metas a 159 naciones que lo ratificaron para cambiar el mundo de hoy, cuya energía depende del petróleo, el gas natural y el carbón en un 80%, hacia un mundo que opere cada vez más  con recursos renovables, como la energía solar y la eólica, los preferidos para descarbonizar la electricidad.  
 
No todos los países contaminan por igual, lo hacen más China, Estados Unidos y los  7 países más desarrollados del G20, con un 55% del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero, que los países subdesarrollados. Estados Unidos contribuye con 13.50% de las emisiones de CO2, Colombia con un 0,53%, no obstante, su emisión de metano y óxido nitroso, por la actividad agropecuaria, está por encima del promedio mundial. Los daños ambientales de la crisis climática afectan mayormente a los países tropicales tales como Puerto Rico, Myanmar, Haiti, Filipinas, principalmente con eventos climáticos extremos, elevación del nivel del mar, menor disponibilidad del agua, desertificación, deforestación, desplazados climáticos, pérdida de selva tropical,  como en el caso de Colombia,  donde la temperatura media en el último medio siglo ha aumentado 0,3ºC y la de la tierra 1,2º C desde finales del S. XIX.     
 
De allí que los autores sostengan que “Equiparar las responsabilidades entres países no es justo”.  Esto lo corrobora Daniel Yergin, autoridad mundial en energía, política internacional y economía, cuando dice: “La transición energética significa distintas cosas para naciones distintas especialmente en el mundo en desarrollo. Mil millones de personas en el mundo no tienen acceso a la electricidad y tres mil millones no tienen acceso a combustibles limpios para cocinar, (…) poniendo en riesgo su salud.” (The New Map: Energy, Climate and clash of Nations, 2020) Por eso las tareas de mitigación y adaptación del cambio climático no pueden ser las mismas para Alemania o Los País Bajos, que para  un país como Colombia. La prioridad colombiana es la adaptación, como afirma el exministro Manuel Rodríguez, entendida como el manejo sostenible de los ecosistemas naturales y no la mitigación. Como dice Aurelio para Colombia: “No está claro el camino hacia un balance económico sin explotación ni exportación de petróleo, gas y carbón”. P.51
 
Y, así como los combustibles fósiles trazaron un mapa y unos conflictos,  asímismo, la nueva industria de los carros eléctricos - un negocio de 289 mil millones en 2022-, y la de los paneles solares y la eólica, están determinanado un nuevo mapa geopolítico, nuevas tensiones y conflictos, muchos impredecibles, en un contexto social y político específico, a saber:  “El proyecto económico global, frente a la crisis climática, se desarrolla en una economía mundial en la que predomina el capital financiero especulativo-rentista, en ciclos inestables de crecimiento del producto y con una tendencia a decrecer en la tasa de ganancia”. P. 72 
 
El costo de la transición energética es muy alto y el 90 por ciento del financiamiento climático se destina a acciones de mitigación, léase automóviles eléctricos, energía solar y eólica que brindan mejores retornos financieros;  P. 74 en un intento por reanimar y dar nuevo impulso a la economía mundial. Aseguran que:  “se está transitando hacia un modelo de privatización energética de grandes proporciones”. P. 201. 
 
El libro muestra la inversión de los principales fondos de inversión financiera en las compañías de negocios verdes y los mercados de carbono, creados en 2005 por el Protocolo de Kioto, y siembra un manto de duda sobre éstos, con base en una investigación hecha por The Guardian. En el caso colombiano,  analiza  los parques solares de Ecopetrol, los eólicos en la Guajira y la producción y exportación de hidrógeno verde, una energía limpia con base en el agua y el viento, todo lo cual está manejado por compañías extranjeras.   
 
Colombia cuenta con Un Plan Energético Nacional y un Plan Nacional de Negocios Verdes ambos de 2020. Los negocios se enmarcan en la globalización financiera y las tendencias mundiales tales como hidrógeno verde o azul, bioenergía, ganadería sostenible, reciclaje, turismo de naturaleza, economía forestal, entre otros, los cuales  cuentan con beneficios tributarios.  

 ¿Es el  fin del petróleo? 


¿Se podrá cumplir con la meta principal del Acuerdo de París, de reducir la temperatura media mundial por debajo de los 2ºC mediante la reducción de emisiones de CO2 en 45% antes del 2030 respecto a las de 2010, hasta lograr la neutralidad de carbono en 2050?
 
La respuesta que dan los autores es bastante pesimista. Citan al científico checo-canadiense y experto en estos temas Vaclav Smil, quien prevé que los combustibles fósiles representarán el 56% de la demanda de energía primaria mundial en 2040. Y en el Informe sobre la Brecha de Emisiones de 2021 de la ONU, de los 9 países estudiados, ninguno presenta una trayectoria acelerada hacia el cero neto de emisiones. 
 
Me llamó la atención también una gráfica que muestra como “en 2015 eran mayores las inversiones en los combustibles fósiles, entre 2016 y 2018 se equipararon con las de  energía limpia y de 2019 en adelante las de transición energética empezaron a crecer por encima, tanto que en 2023 la diferencia a su favor se calcula en casi 700 mil millones de dólares”. P. 80 A  lo anterior  se suma el hecho de que se han producido grandes descensos sostenidos en los costos unitarios de la energía solar, eólica y baterías de litio entre 2010 y 2019.P. 58
 
Los autores estiman que el pico de la producción de petróleo puede llegar hacia 2040. Daniel Yergin (The New Map,2020, P. 418.) plantea que los 100 millones de barriles de consumo diario, antes de la pandemia, serán unos 113 millones en 2050. Ciertamente, no será el fin del petróleo. Y aún si las políticas climáticas se vuelven más agresivas, el consumo caerá a unos 60 a 80 millones de barriles por día. Y luego de llegado al pico máximo, advierte que el declive no será abrupto sino gradual.  En contraste, la demanda de gas natural será 60% más alta en 2050 de la de hoy. Así como  las predicciones pesimistas de Malthus y Ricardo no se cumplieron, así parece que habrá petróleo para rato, pero ¿cuál  será la rentabilidad del negocio en el futuro?
 
Desde la crisis energética de 1970, se creyó que Estados Unidos se había vuelto vulnerable por su dependencia de las importaciones de petróleo y gas. Hoy es el principal productor y exportador de ambos, seguido de Rusia y Arabia Saudita. El gas y el petróleo de esquisto constituyen,  según Daniel Yergin, la innovación energética del siglo XXI. La energía solar -líder de la economía limpia-,  y la del viento fueron ambas innovaciones de los setentas y ochentas, respectivamente,  pero sólo se hicieron realidad hace una década. 
 
Ben Bernanke, exdirector de la Reserva Federal,  describió en 2014  la revolución del esquisto (léase fracking), -ya en declive- “Como el desarrollo más beneficioso en la economía americana desde la crisis financiera de 2008-2009”. Tan es así que la inversión en petróleo y gas, luego de la gran recesión, representó dos terceras partes de la inversión neta industrial de Estados Unidos, creó 12.3 millones de empleos, hasta se habla de un “renacer manufacturero”, todo lo cual mejora dramáticamente la posición competitiva de Estados Unidos en la economía mundial, asegura  Yergin. Otra innovación clave ha sido la del Gas Natural Licuado, del cual se ha beneficiado principalmente Qatar.  
 
Aurelio y Juan Antonio señalan que dentro de las limitaciones de la energía solar y la eólica están su intermitencia y su naturaleza difusa. Tanto para la tecnología verde, como para  la electrónica moderna, los muy escasos metales raros, son esenciales por sus extraordinarias propiedades. Su extracción, sin embargo, es un proceso complicado que utiliza mucha agua y altamente contaminante. Tanto en China, donde  se concentra la mayor parte de las reservas conocidas de tierras raras, como en otros países subdesarrollados, como la República Democrática del Congo poseedora del 65% del cobalto, caso que ilustra el libro, la explotación se hace en condiciones onerosas para la población. (Véase el libro de Guillaum Pitron: La guerra de los metales raros. La cara oculta de la transición energética y digital, 2019). 
 
En cuanto al futuro: ni catastrofismo, ni Edén energético; ni crecimiento cero, ni fin del mundo sin la transición energética, aseguran los autores.  

Economía abierta, democracia, justicia social y ambiental, nuevos indicadores


El mundo económico no es un universo cerrado y autónomo, ni está gobernado por leyes desconectadas de la vida social y biológica. La economía es abierta e interdependiente por lo que hay que pensar  en ella en términos de desarrollo humano. 
 
El Informe Brundtland de las Naciones Unidas de 1987 definió el desarrollo sostenible como uno que responde a una exigencia de justicia en el presente y también en el futuro. El vínculo entre la democracia y la ecología es sencillamente esencial. Según Amartya Sen, la democracia tiene por ejemplo un papel protector contra los efectos de las catástrofes naturales: nunca hay hambruna en un país que respete las reglas democráticas y el multipartidismo, añade Éloi Laurent y Jean -Paul Fitoussi (La Nueva Ecología Política. Economía y Desarrollo Humano, 2011, P. 87). Así, la solución del problema ecológico no exige el fin del crecimiento y de los niveles de vida sino la disminución de las desigualdades. P. 96. 
 
William Norhaus y James Tobin sugirieron por primera vez, a principios de los setentas,  que la estrecha visión del crecimiento  como simple crecimiento del Producto Interno Bruto, PIB,  había quedado obsoleto.  El enfoque unilateral centrado en el crecimiento no nos deja resolver los dos grandes retos del siglo XXI: la degradación ambiental y el aumento de la desigualdad. El mismo Simon Kuznets en 1934, cuando planteó el PIB, aclaró: “Las metas del crecimiento deberían especificar ‘más crecimiento de qué y para qué’. Más de 8 décadas después podríamos precisar esta advertencia: “más crecimiento de qué y para quiénes”, y más aún cuando tenemos tan apremiantes problemas políticos y despiadadas guerras.
 
En 1990 nacieron tres indicadores: El Índice de Desarrollo Humano, cuyos parámetros son la esperanza de vida, la educación y el ingreso,  el  género - que agrega las desigualdades entre hombres y mujeres-  y el Índice de Pobreza Humana, que no mide la pobreza de forma monetaria. Éloi Laurent en su libro, Measuring Tomorrow, resilience and sustainability in the XXI century, 2017, plantea tres indicadores fundamentales para una democracia: bienestar, que tiene que ver con el desarrollo humano; resiliencia, relacionado con la resistencia a los shocks y crisis y, sustentabilidad, o la preocupación por  el futuro. Mejorar la reflexión y los instrumentos que miden el desarrollo es una tarea necesaria y urgente para construir una nueva ecología política.  
 
En conclusión, estamos ante  un libro que hace grandes aportes analíticos, imprescindible para entender la transición energética porque aterriza el debate sobre la crisis climática y sus soluciones en la realidad mundial y nacional, en un momento de álgido debate sobre el tema en el país. Fue un verdadero honor presentar este libro en compañía del exministro Manuel Rodríguez Becerra.