Los puntos pactados en la Habana no
son producto de un diálogo nacional como en épocas de Belisario
Betancur. Corresponden a lo acordado hasta ahora entre las partes en
conflicto: las Farc, como guerrilla beligerante y el Gobierno de
Santos, en representación del Estado. Estos puntos tampoco
constituyen un cambio sustancial al modelo de desarrollo o al sistema
político imperante, pero sí representan unas reformas lo
suficientemente importantes como para que las FARC acepten poner fin
a su alzamiento armando, que ha asolado a los colombianos por ya más
de medio siglo, y esto es lo que verdaderamente importa.
La pedagogía para la paz apenas
comienza. Pocos conocen el contenido de lo acordado y muchos se
dejan llevar por el corazón más que por la razón, lo cual es
comprensible pero errado. No obstante, el proceso ha avanzado lo
suficiente como para que luego de conversar por más de tres años en
medio del conflicto, se haya pactado el punto crucial sobre cese al
fuego bilateral y definitivo, lucha contra el paramilitarismo y
refrendación, o sea la antesala de la dejación de armas y el fin
del conflicto.
Se estableció que serán 23 las zonas
veredales transitorias de normalización, en las cuales se ubicarán
ocho campamentos. Los guerrilleros estarán ubicados hasta por un
periodo de 180 días (6 meses), luego de la firma del acuerdo final,
mientras se realizan labores de capacitación y tránsito a la vida
civil en los campamentos y se realiza la entrega total de las armas
de las Farc para su fundición y construcción de tres monumentos que
simbolizarán el fin del conflicto. Esto se ha logrado gracias a que
se han enmendado muchos errores del pasado y, por primera vez en un proceso de paz, se
ve luz al final del túnel y la posibilidad de tener una Colombia sin
guerrilla, más apaciguada y más próspera.
Hay que darle el sí a la paz porque es
la única salida viable que tiene el país. Un repaso de los acuerdos
hasta ahora logrados, permitirá confirmar que ellos son positivos y
que el fin último de las conversaciones en la Habana es la dejación
de las armas por parte de las Farc y eso es lo que en últimas cuenta
de verdad: la posibilidad de que las diferencias y contradicciones se
diriman en el plano político y no en el militar, así muchas de
ellas persistan, ya que el conflicto es la norma y no la excepción
en las sociedades contemporáneas agobiadas por la globalización
neoliberal.
La política de Desarrollo Agrario
Integral es algo necesario en un país con un campo quebrado por la
apertura económica y con poca o nula intervención institucional. Se
acordó una reforma rural integral para mejorar las condiciones de
vida de los habitantes del campo, eliminar la pobreza, reactivar la
economía campesina, cerrar la frontera agrícola, conservar el medio
ambiente y crear zonas de seguridad alimentaria.
El punto dos sobre participación
política y apertura democrática es algo que siempre ha acompañado
todos los procesos de paz exitosos en el mundo. Nada mal caerían al
país la tan anhelada reforma electoral o la de los partidos
políticos para que se elimine el umbral del 3% para obtener la
personería jurídica y que exista un verdadero estatuto de
oposición.
La guerra contra las drogas, siguiendo
los dictámenes de Washington, no ha arrojado resultados positivos
en décadas de ruda represión. Ya va siendo hora de que se impulse
un cambio de rumbo hacia un enfoque de salud pública del consumo y
un modelo donde la víctima principal de la represión no sea el
campesinado y se impulse un verdadero programa de sustitución de
cultivos ilícitos, como lo estipula el punto cuarto del acuerdo.
El punto quinto sobre víctimas es
medular. En el pasado se tuvo una visión maximalista de creer que
se podían judicializar todos los delitos relacionados con el
conflicto armado y se tenía una jurisprudencia dispersa e
inoperante. Ahora se entiende que hay que reparar administrativamente
a las víctimas y no dejar todo al sistema judicial.
Cinco
mecanismos y medidas integran el Sistema Integral de Verdad,
Justicia, Reparación y no Repetición que busca lograr la
satisfacción de los derechos de las víctimas, asegurar la rendición
de cuentas por los crímenes cometidos, garantizar la seguridad
jurídica, la convivencia, la reconciliación y sobre todo la no
repetición, como elementos sustanciales de la transición hacia la
paz.
No se va a dar impunidad por los
crímenes de lesa humanidad como muchos temían y para ello se
establecerá una Jurisdicción Especial para la Paz que busca ante
todo satisfacer el derecho de las víctimas a la justicia, luchar
contra la impunidad y facilitar que el Estado investigue juzgue y
sancione. Además para acceder a cualquier tratamiento especial de
justicia será necesarios contribuir a la verdad, la reparación y la
no repetición, de allí que cualquier mejor tratamiento penal
especial está condicionado a reconocer, desde el inicio, la
responsabilidad.
Ahora, y gracias al concepto favorable
de la Corte, se convocará a la ciudadanía a un plebiscito para que
decida si el Presidente puede o no proceder a impulsar las anteriores
reformas, y se de vía libre a la paz, una vez se suscriba el acuerdo
final. La decisión favorable de la Corte Constitucional se da en
un momento en que el escepticismo y también el odio embarga aún a
un gran número de compatriotas, muchos de ellos víctimas directas
o indirectas de crímenes cometidos por las Farc. La invitación es a
desarmar los espíritus, pues si se mantiene el ánimo beligerante y
exigencias al proceso que no tienen piso en la realidad no lograremos
nunca avanzar hacia una Colombia en paz.
Con la firma del acuerdo final, vendrá
una larga etapa que muchos llaman de postconflicto y de transición
hacia la verdadera paz. Según el Alto Comisionado para la Paz,
Sergio Jaramillo, con la firma del Acuerdo se logra el fin del
conflicto y no la paz. Luego viene el logro de la paz territorial que
se basa en otorgar garantías a todos los derechos constitucionales
de las poblaciones y en reincorporar los bienes y servicios a todo el
territorio nacional.
La paz perdurable dependerá en gran
medida de la voluntad política del Gobierno Nacional para realizar
las transformaciones que requiere el país pero también de la
seriedad de las Farc en su compromiso de no repetición una vez
abandonen las armas pero también necesitamos serenarnos, mantener un
espíritu de reconciliación para poder afrontar exitosamente los no
pocos retos que le esperan al país. El pulso militar tuvo un costo
muy alto, lo suficiente como para persuadir a las partes en conflicto
de que éste no traería vencedores ni vencidos y de que la solución
política o dialogada es la única salida viable en las actuales
circunstancias. Démosle una oportunidad a la paz en Colombia.