Historias de la realidad o la realidad de las historias

viernes, 8 de julio de 2016

Brexit: un duro revés para la globalización neoliberal



El sorpresivo voto de los británicos del 23 de junio en favor del Brexit, más allá de la turbulencia  inicial causada en los mercados financieros y  el desbarajuste en los partidos en Gran Bretaña representa ante todo una debacle para el proyecto de la globalización neoliberal. La  dirigencia financiera y política del mundo, incluida la británica, predicó durante décadas que la globalización es inevitable y que el mundo se beneficiaría con  ceder la soberanía nacional para integrarse económica y financieramente derribando paulatinamente toda barrera entre los países.  No obstante,  el voto de rechazo a la Unión Europea amerita un análisis  sobre si las premisas básicas de la globalización se cumplieron  o no en el caso de la Unión Europea. Si bien la globalización trajo sus beneficios, sus promesas de un mundo de bienestar  no se han sostenido  en el tiempo.
Los ganadores de la globalización han sido las corporaciones multinacionales, los sectores más acomodados, los trabajadores de cuellos blanco y quienes han tenido libre acceso a los capitales. Las personas mayores desempleadas, las clases trabajadoras menos educadas de los países occidentales han tenido que padecer la pérdida de trabajos, unos salarios estancados o decrecientes y  una deuda acumulada.  La evidencia muestra que la desigualdad en el  ingreso ha sido peor en los países que han abrazado el neoliberalismo.  El malestar frente a las políticas neoliberales se ha expresado en el  rechazo de las capas medias y bajas a los partidos de izquierda y socialdemócratas que han apoyado a la Unión Europea y que se ha alinderado con la agenda neoliberal y la ofensiva corporativa. 
La crisis económica y financiera que comenzó en Estados Unidos en 2008 y se extendió al viejo continente para constituir la crisis de la eurozona,  no ha podido ser mitigada por una Unión Europea dominada por los intereses financieros y económicos de Alemania y Bruselas. A los países del Sur de Europa  les impuso programas de austeridad que han resultado contraproducentes y a la fecha no  parecen ver la luz al final del túnel.  A pesar de la integración económica y comercial, la desigualdad entre las economías persiste  y la integración política y cultural, ha estado siempre ausente. Los países más perjudicados, entre los que se encuentra España, son los que se sienten más distanciados del proyecto común.
El fantasma de los refugiados provenientes de los países en conflicto asiáticos  y los migrantes de Europa Oriental recorre a Europa, y el temor xenófobo alimenta el surgimiento de movimientos populistas de derecha, nacionalistas y proteccionistas pero este fenómeno solo en parte explica el voto a favor del Brexit. 
Los medios y el establecimiento han pretendido explicar el resultado del referéndum como parte del atraso cultural de los sectores populares, como producto de un chauvinismo antiinmigrante que debe ser cuestionado. No obstante, no todo el que votó es xenófobo. Es más probable que la crisis austeridad/desempleo, para satisfacer a la plutocracia bancaria de Frankfurt y la City, haya tenido más que ver en la decisión de salir de la UE. El voto Brexit fue  más fuerte en el centro del país donde está su base trabajadora e industrial. Los que prefirieron quedarse, correspondían a la clase no trabajadora del área de Londres y el Sur de Inglaterra, al igual que Escocia y el Norte de Irlanda. Escocia ha dependido de las exportaciones de petróleo a la UE y está altamente ligada al comercio. La economía del norte de Irlanda está ligada a Escocia y  al la economía de la UE. De manera que su voto no era sorpresivo.  Igualmente los efectos de la inmigración se sentía menos en estas regiones que en el corazón de la zona industrial inglesa.
El balance negativo parece ser más el  resultado de la agenda neoliberal impulsada por Tony Blair y David Cameron que condujo a la desindustrialización del país, arrojando un saldo negativo en la balanza en cuenta corriente de la balanza de pagos equivalente a más de 7 por ciento del PIB y que se debe  financiar con flujos de capital del extranjero. El desequilibrio de las cuentas externas del Reino Unido se traduce en los sentimientos que impulsaron el voto por el Brexit especialmente de las clases trabajadoras que son las que más han perdido con la globalización, son compartidos por otros sectores tanto en Europa como en Estados Unidos y pueden alentar nuevos movimientos secesionistas. Sin la amenaza de una Unión Soviética comunista, Europa está más dispuesta a regresar al nacionalismo. 
La UE había nacido de las cenizas de dos guerras mundiales, y la unión de 28 países se pensó como una manera de actuar en bloque para poder competir en un mundo que gira cada vez más en torno a Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo. Si con el Reino Unido en sus filas la UE no era más que un bloque debilitado, con los británicos afuera su gravitación global disminuye aún más frente a China, Rusia y los nuevos centros de poder internacional
El Brexit ha alterado el mercado financiero mundial y determinado la devaluación de la libra y algunos prevén una posible recesión que podría extender al resto de Europa. Políticamente ha desintegrado a los partidos políticos de Gran Bretaña.  La UE pierde a la segunda economía y al segundo país en población, lo que debilita a una Europa cuyo proyecto integracionista dejo de ser democrático  e igualitario para plegarse a los intereses corporativos. El  Brexit marca un duro revés a la globalización neoliberal y parecería que el Estado-nación vuelve a ser un eje fundamental para la gobernabilidad de un mundo cada vez más conectado e interdependiente.  Falta ver si la OTAN también se debilita o sucumbe, lo cual sería también un duro golpe a Estados Unidos y sus ambiciones guerreristas.

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