El sociólogo Alemán Wolfgang Streeck se asemeja a Karl Marx en su convicción de que el capitalismo presenta ciertas contradicciones internas que lo hacen insostenible sobre todo en su forma neoliberal. En Recuperando el Control, aborda la posibilidad de revivir la democracia como una contrapeso tanto del capitalismo como del autoritarismo cuando la globalización neoliberal se está resquebrajando. Es una obra importante porque normalmente vemos la debacle pero no las posibles salidas democráticas y positivas a la crisis actual. Su análisis se centra principalmente en Europa tanto oriental como occidental, una región ligada a muchas instituciones de la gobernanza global, bajo los auspicios de Estados Unidos y Occidente.
Streeck intenta rehabilitar el Estado nación como principal escenario de la política democrática bajo el capitalismo. No es una propuesta socialista. Su argumentación conecta temas como la crisis capitalista, la estructura de los Estados y sistemas de Estados, y la soberanía y las capacidades de gobernar de los Estados teniendo que escoger entre centralización e integración de regímenes políticos, por un lado, y su descentralización y diferenciación, por otro.
El autor se basa en ideas de dos clásicos: Karl Polany - un reconocido economista político, austriaco del siglo XX cuya obra ha tenido una profunda influencia en los campos de la antropología económica, la economía política y la teoría social-, y Edward Gibbon, - un historiador británico, del siglo XVIII considerado como el primer historiador moderno y uno de los más influyentes de todos los tiempos-.
Según ambos, los Estados no existen aislados ni como tales, sino siempre junto con otros Estados; son miembros de sistemas estatales constituidos por las relaciones entre sus miembros —basadas en la ley o el poder, o normalmente en ambos— y por su número y estructuras internas, cuyo número depende de cómo se delimitan sus territorios. Polany encuentra la noción según la cual la integración social de los mercados en la política democrática depende del grado de integración de los Estados en los que operan dichos mercados dentro de una estructura estatal internacional que respete la soberanía y que sea, en este sentido, pluralista en lugar de universalista. Gibbon, por su parte, se pregunta qué es más ventajoso para una región del mundo: ser gobernada por un único Estado grande o por una multitud de Estados más pequeños; se inclina por un mundo dividido en Estados pequeños, con muchos centros, en lugar de uno solo.
Streeck argumenta que si un poder centralizado es ineficaz, se puede adoptar una estructura estatal federal en la que las distintas comunidades que conforman el estado tengan derecho a un autogobierno subestatal o incluso cuasiestatal. En casos extremos, un estado grande que abarque muchas comunidades difiere muy poco, si acaso, de un sistema estatal compuesto por un gran número de estados pequeños.
El ensayo tiene además mucha historia porque este importante debate se realiza con ejemplos en su contexto histórico desde el siglo XIX hasta la actualidad, con profundidad y detalle. El libro fue publicado en 2024 en inglés bajo el título de Taking Back Control? States and state Systems after Globalism. Wolfgang Streeck es director emérito del Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades.
Del Keynesianismo a la hiperglobalización
Durante la segunda post guerra hubo una especie de coexistencia pacífica entre el capitalismo y la democracia, lo cual hasta entonces se consideraba imposible. El arreglo no duró más de tres décadas. En los setentas se empezó a desmoronar. La democracia entendida como una intervención en la economía igualitaria se desacreditó ante el avance de la globalización neoliberal. Es decir, la política del Nuevo Orden Mundial socavó el compromiso histórico entre capitalismo y democracia al poner en marcha una profunda transformación de las instituciones y prácticas democráticas, una transformación que eliminó los canales institucionales para las demandas locales de intervención política en la lógica general del desarrollo capitalista.
El Nuevo orden Mundial se entronizó tras el colapso del Comunismo en 1990. El objetivo de la revolución neoliberal era sobreponerse al estancamiento del capitalismo durante los años 1970 creada por las crecientes expectativas de una clase obrera empoderada por las políticas del pleno empleo. La caída de las ganancias se acompañó por la creciente inflación y crecientes demandas sobre los sistemas sociales. El resultado fue el desempleo. La transformación neoliberal del salario y el sistema social era de tipo liberal y no keynesiano.
Las transformaciones de los 1990 dieron paso a la hiperglobalización que se puede entender como la abdicación o la expulsión (o ambas) de los estados nación como amos de las economías domésticas y externas, en favor del libre juego de las fuerzas del mercado.
Una consecuencia del globalismo neoliberal luego de 1990 fue la creación de la Unión Europea del tratado de Maastritch en 1992. La Unión Europea actual es un claro ejemplo del hiperglobalismo: un mercado común abrigando a los estados en lugar de los estados empotrando a los mercados. Un mando centralizado y despolitizado -burocrático-haciendo las reglas y haciéndolas cumplir. Libertad de movimiento internacional de la fuerza laboral, bienes servicios y capitales. Una sola moneda.
La Unión Europea puede considerarse el lugar del experimento histórico más avanzado hasta la fecha, que explora, en una escala menor continental, las perspectivas de la utopía globalista de una política mundial desnacionalizada, unificada, integrada y centralizad orden político mundial.
En lugar de dar pie a una Europa unida, la historia de la unión Europea en su última fase neoliberal dio lugar a un tire y afloje entre las fuerzas de la centralización y la resistencia a la centralización.
La crisis financiera de 2008 marcó el final del apogeo del neoliberalismo. Mucho se se prometió, muy poco se cumplió. Tres décadas de centralización política y económica neoliberal y de unificación cambió las democracias occidentales en su esencia: la participación electoral decayó así como los partidos políticos centristas, los sindicatos perdieron sus miembros, su estatus político y nuevos partidos de derecha y otros populistas acabaron con el conservatismo de centro incluida la socialdemocracia tradicional.
El estancamiento económico que sobrevino lo explica Streeck desde una perspectiva keynesiana. La creciente desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza, derivada del avance del neoliberalismo y la financiarización del capital, desempeña un papel fundamental. En otras palabras, sin sindicatos no hay poder adquisitivo de las masas; sin poder adquisitivo de las masas no hay inversión. La incapacidad de la unificación y centralización globalista de revitalizar la economía capitalista encontró su expresión en una secuencia de crisis en las cuales cada respuesta que se ha intentado resulta en una nueva crisis. Las crisis del capitalismo no necesariamente vienen de dentro, también vienen de choques externos, a saber: el cambio climático; la expansión global de una enfermedad mortal; y el colapso, en los corazones capitalistas, del orden internacional posterior a 1990 en guerra, incluso potencialmente guerra nuclear.
Para cuando llegó la pandemia del Covid 19 y la guerra en Ucrania, no existía ni siquiera un vago consenso sobre cómo curar la enfermedad del estancamiento secular y la creciente deuda pública, ni sobre quién podría ser el artífice de la solución: los Estados miembros, los bancos centrales o, quizás más bien, el G20, el G8, Estados Unidos o la Unión Europea.
La segunda raíz estructural de la tensión política en esta era de neoliberalismo en declive es el conflicto entre, por un lado, el intento de neutralización y liberalización a favor de la mercato-tecnocracia supranacional y, por otro lado, el contra movimiento desencadenado por el proceso, una defensa populista de la democracia como protección plebeya e igualitaria contra el desastre.
Se dio un punto muerto según el cual era imposible moverse ni hacia más globalización ni hacia más nacionalismo. De acuerdo con Antonio Gramsci, un interregno es una condición según la cual un viejo orden está muriendo pero uno nuevo no puede aún surgir. El interregno post neoliberal podría describirse como un estancamiento temporal en una lucha de poder entre las élites de la coalición neoliberal, que buscaban avanzar hacia una economía mundial uniformemente gobernada en una entidad política globalmente unificada, y las fuerzas que esperaban romper ese estancamiento desde abajo: los nuevos populistas, separatistas, nacionalistas, etc., que buscaban el control sobre sus vidas presentes y futuras. Surgieron nuevos movimientos desde Trump hasta Sanders, los chalecos amarillos hasta la Francia Insumisa en Francia, desde Syriza hasta la Alternativa para Alemania AFD etc.
Para colmo de males, segmentos considerables de la vieja izquierda, habiendo renunciado al ideal socialista de una sociedad sin clases, se volcaron hacia un ideal liberal, más bien neoliberal, un ideal anti totalitario de una sociedad sin Estado y sin fronteras, y en consecuencia sin capacidad regulatoria, sin capacidad de imponerles impuestos u obligaciones sobre ellos.
Quienes abandonaron la democracia descentralizada en favor de un capitalismo centralizado globalmente pueden observar hoy, con sorpresa, como el mercado global y su sistema sin Estado han sido quebrados no por fuerzas pro democráticas sino por empresas capitalistas con mentalidad de lucro que buscan reducir el riesgo de las cadenas de suministro no reguladas, y luego, aún con mayor contundencia, por parte de los planificadores militares en pos de la seguridad nacional.
Después de la guerra de Ucrania
La guerra de Ucrania puso fin a los sueños de una soberanía igualitaria, de un sistema basado en un Estado cooperativo. También fue un golpe al sueño francés de convertir el imperio liberal de la Unión Europea en un tercer poder global estratégico capaz de rivalizar tanto con China como con Estados Unidos en declive.
El ascenso de la OTAN como fuerza dominante en el sistema estatal de Europa Occidental implicó el declive de la Unión Europea hasta convertirse en un mero auxiliar civil de la OTAN, supeditado a los objetivos estratégicos estadounidenses, y no exclusivamente en Europa. Desde la década de 1990, Estados Unidos había concebido a la UE como una especie de campo de entrenamiento para los futuros miembros de la OTAN, especialmente aquellos vecinos de Rusia.
El megaestatismo y sus limitaciones
Streeck plantea ocho tesis sobre los límites de la globalización neoliberal, que señalan principalmente como el neoliberalismo y la globalización no pueden prescindir por completo del Estado y su autoridad. El neoliberalismo megaestatal puede adoptar muchas formas. La abolición del Estado en favor de una tecnocracia o del dominio del mercado —el establecimiento de un Estado global no estatal, por así decirlo— nunca fue una posibilidad real.
Streeck analiza los límites a la disolución neoliberal de fronteras y, por consiguiente, a cualquier avance decisivo en la cima, para superar el estancamiento entre globalización y democracia, con referencia a dos fenómenos: primero, el estancamiento en la segunda etapa de la globalización, la llamada hiperglobalización; y segundo, el punto muerto de la integración europea, concebida como la disolución de los Estados nación europeos dentro de un super estado neoliberal.
La magnitud del riesgo que representan los sistemas globalizados para las sociedades humanas quedó demostrada por la crisis financiera de 2008, cuando el impacto a largo plazo de la financiarización del mercado inmobiliario en Estados Unidos —un sustituto de las políticas sociales gubernamentales y del alivio de la pobreza— se transmitió globalmente a través de los mercados de crédito establecidos por la industria financiera.
El pequeño estatismo y sus posibilidades
Las políticas económicas de pequeños Estados con soberanía monetaria y economías prósperas, como Dinamarca, Suecia y Suiza, están despertando un renovado interés. En la geopolítica global, el fracaso del imperio estadounidense, con su intervencionismo en favor de la economía de mercado y los derechos humanos, junto con el ascenso de China —un país que tradicionalmente ha aspirado a la dominación mundial—, puede haber abierto el camino a un orden global genuinamente liberal, con mayor autonomía nacional y una construcción nacional desde abajo, en lugar de desde fuera y desde arriba.
Ya en la década de 2000, la desglobalización dejó de ser un tema nicho utópico. La multipolaridad, en forma de subdivisiones regionales coexistentes y estructuradas de manera diferente dentro del sistema mundial, es una perspectiva de futuro que también puede derivarse de una comparación entre la desglobalización de la década de 1930 tras la Gran Depresión y la desglobalización actual posterior a la crisis financiera de 2008. A raíz del Covid se da una tendencia hacia el acortamiento de las cadenas internacionales de suministro y valor —o acumulación de capital— que surgió en el apogeo de la globalización. Las interrupciones reales o inminentes en los flujos mundiales de materias primas, especialmente de ciertos insumos, pusieron de manifiesto la vulnerabilidad económica y social causada por la interdependencia global.
El Estado de Keynes-Polany: nacional, soberano y democrático
En este aparte Streeck esboza las posibles respuestas de los pequeños Estados nación soberanos y democráticos a la crisis del capitalismo neoliberal hiperglobalizado.
El objetivo, dice, es recuperar la capacidad de acción colectiva mediante la reducción del tamaño de las comunidades políticas, en un repliegue de un contexto global o continental ingobernable a uno gobernable. En tres campos hay que hacer avances o avanzar:
- Sería necesario retomar y fortalecer la tendencia mundial antes mencionada hacia el acortamiento de las cadenas de suministro y el retorno territorial de los sistemas de producción que se han expandido recientemente a nivel mundial.
- Un Estado nación democrático restaurado según el modelo keynesiano-polánico podría, y debería, comprometerse abiertamente con el patriotismo económico, e incluso con el proteccionismo.
- Un retroceso respecto a la hiperglobalización implica un cambio de política económica hacia el crecimiento interno: producción nacional para consumidores nacionales:
- Un Estado nación democrático debe dedicarse a lo que se ha denominado la infraestructura de la vida cotidiana. Se trata de bienes colectivos como el transporte público, la atención sanitaria, la seguridad pública y la proximidad a escuelas y universidades:
- Un Estado pequeño, pero no demasiado pequeño, debe intentar crear su propio capital no capitalista o menos capitalista, eludiendo el capitalismo global o actuando al margen de su control.
Esta podría ser parte de una agenda revolucionaria de nueva democracia.
Particularismo democrático y bienes colectivos globales
Streeck argumenta también en este punto que hay poco que decir a favor de resolver problemas mediante la ampliación a través de un sistema de grandes Estados, la gobernanza global y los imperios globales, y mucho que decir a favor de la premisa de que un sistema estatal dividido en una multiplicidad de pequeños países independientes, democráticos y soberanos del tipo Keynes-Polany. Aquí la democracia depende de la restauración soberanía: en un sistema descentralizado y disperso, organizado como una confederación cooperativa. El Estado nación es la única formación social capaz de democratizarse.
El declive de Estados Unidos y el auge de China repercuten el el surgimiento de un mundo bi-polar o multipolar, estamos entonces en un momento Polany, si lo hubiera, que abre nuevas posibilidades.
Hay muy diversas formas de nacionalismo como de internacionalismo. Un nacionalismo democrático dirigido directamente contra la dominación imperialista no es lo mismo que un nacionalismo que busca su realización en la dominación de otras naciones.
Recomienda tres autores o formas para construir un orden internacional centrado en el Estado nación:
1. Dani Rodrik (Economista de origen turco y profesor de Harvard) hizo una propuesta de libro de reglas internacional en 2011 y luego en 2018 con 7 principios orientadores.
2. Otra propuesta viene de Amaitai Etzioni (sociólogo estadounidense nacido en Alemania) en su libro Reclaiming Patriotism, con cuatro premisas o principio.
3. Finalmente, Danilo Zolo (filósofo y jurista italiano, catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad de Florencia y profesor en diversas universidades anglosajonas) quien hace una brillante crítica a la idea de un gobierno global en un mundo de Estados soberanos.
Los últimos párrafos del libro - a manera de conclusión - constituyen una advertencia de gran realismo y sensatez:
“El crecimiento económico y humano, al igual que la paz y la democracia, no es una mercancía exportable. El progreso de los países pobres y débiles, si llega a producirse, será el resultado de su capacidad autónoma para organizarse política y económicamente y defender su identidad colectiva mediante medios nacionales eficaces. Asimismo, dentro de cada país, la protección de los derechos básicos de la ciudadanía democrática dependerá mucho más de la lucha por el derecho llevada a cabo por los propios ciudadanos que de la intervención protectora o represiva de organismos jurisdiccionales regionales o internacionales”.





