Historias de la realidad o la realidad de las historias

sábado, 8 de octubre de 2016

Demostrar que sí es verdad que el 99% de los colombianos queremos la paz



La tabla de salvación después del apretado resultado del plebiscito para refrendar el Acuerdo Final de la Habana no fue decir que el país quedó dividido en dos, como lo ha estado desde hace mucho tiempo, sino decir que todos queremos la paz, a pesar de que ganó el no. Esto lo entiendo porque era la única salida política posible luego de un resultado que representa una verdadera debacle para el futuro de la paz en Colombia. Los más sensatos, como el Senador Robledo del Polo Democrático, salieron a pedirle a los jefes del sí y del no, al presidente Santos y al senador Uribe,  que se sienten a concertar una salida para tamaño fiasco, uno que difícilmente entiende la comunidad internacional o que quizás lo entendió demasiado bien.

Nada más político y calculado que el Premio Nobel otorgado al Presidente Santos a los pocos días de haber ganado el no por menos de un punto porcentual del total de la votación. Le están mandando un mensaje al país muy directo: o  arreglan o arreglan. Y el reto no es nada fácil de cumplir. Casi seis años se demoraron las negociaciones de paz hasta su firma, pasando por su fase exploratoria para llegar al acuerdo general con sus seis puntos y luego casi cuatro negociándolos. Ahora tiene que ocurrir casi un milagro para que bajo la presión del cese al fuego bilateral, se llegue a unos puntos concretos y factibles para supuestamente mejorar el Acuerdo Final.

Y aquí está en juego el interés más caro de la nación: el fin de un conflicto armado de cinco décadas pero también otros más mezquinos como la contienda por el poder de 2018. El balón, por lo pronto, está en manos de los jefes del no, principalmente del Centro Democrático, y de las FARC-EP, por supuesto, que tiene que considerar abrir un nuevo espacio a la negociación y reconsiderar posiblemente su status en el postconflicto.  Colocar exigencias por encima de la realidad, como es pedir cárcel para todos los delitos cometidos por los ex combatientes de las FARC-EP, es algo así como  colocarle una talanquera infranqueable al proceso de paz. El pulso es delicado: cuánto ceder y cuánto exigir.

No es tampoco dable que por la sola presión de los marchantes y de las protestas quede ratificado el Acuerdo Final de la Habana, como muchos de los que votaron por el sí creen ingenuamente. Desafortunadamente, el resultado del plebiscito es uno dado por un mecanismo de democracia directa y la sentencia de la Corte fue definitoria y ya incluso los jefes del sí, reconocieron que era un resultado legítimo.  Nadie en la comunidad internacional tiene los argumentos jurídicos para desconocer el resultado. Lo mismo ocurrió con el Brexit. Es cierto que el plebiscito es un mecanismo difícil ya que busca que la ciudadanía responda a una sola pregunta sobre un asunto tan complejo como es el acuerdo final de un conflicto de 297 páginas,  es cierto que hubo una abstención enorme y que la campaña fue demasiado corta, con desinformación y no exenta de manipulación.


No queda más remedio que confiar en que se dé un poco de sensatez e inteligencia política para interpretar correctamente el reto histórico del momento. Hay que dejar de lado la mezquindad, el deseo revanchista, y demostrar en los hechos que es verdad que el 99% de los colombianos sí queremos la paz, a pesar de todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario