La promoción sin medida de los intercambios globales de bienes, servicios y capitales sobre aquellos de carácter nacional o regional junto al libre comercio han sido objetivos fundamentales de la globalización neoliberal. “Esta interconexión máxima del mundo parecía que nos daba mucha resiliencia y mucha capacidad de adaptación, pero lo que estamos viviendo ahora demuestra más bien todo lo contrario”, afirma el investigador y activista español Luis González Reyes, miembro de Ecologistas en Acción y autor del libro La Espiral de la Energía en una entrevista.
La pandemia activó el efecto dominó sacando a la luz las falencias más profundas del sistema global, ahora la mayoría de países están adoptando medidas que frenan la globalización por razones de seguridad nacional y el proteccionismo está en la mira. La combinación de cierres intermitentes en fábricas, puertos y almacenes en todo el mundo y la creciente demanda ha desquiciado el sistema de suministro global. Los costos de transporte se han disparado, y los puertos y almacenes han experimentado acumulaciones de mercancías que esperan para ser enviadas a otro lugar, mientras que en otras partes de la cadena de suministro se ven obstaculizadas por la escasez.
El artículo How the Supply Chain Crisis Unfolded publicado en The New York Times describe bien como se desató la crisis de los suministros. Esta se inició con un bajón de la producción en razón de los confinamientos y restricciones ordenadas por los gobiernos para contener el coronavirus que resultó en despidos masivos de trabajadores. Con menos mercancías y menos salarios pagados, las empresas manufactureras y las compañías navieras asumieron que la demanda decrecería lo cual no ocurrió. Simplemente los consumidores empezaron a comprar por Internet más bienes durables en lugar de gastar en entretenimiento y restaurantes. Y en el caso de Estados Unidos y Europa los cuantiosos paquetes de estímulos y los cheques pagados a los hogares hicieron que efectivamente creciera la demanda de manera que se saturaron sus puertos y se incrementaron los fletes marítimos.
Al mismo tiempo se desencadenó la crisis de los contenedores. China, que además de ser el principal productor de mascarillas y batas y otros implementos de protección sanitaria, alberga un tercio de la producción manufacturera global, se dedicó a distribuir en sus buques de carga equipos de protección en todo el mundo quedándose cortos de contenedores.
Los contenedores no reclamados se apilaron en varios puertos del mundo por falta de conductores de camiones. Ello está causando que los grandes almacenes se encuentren vacíos, pero más aún sin poder tener una fecha de cuándo recibirán sus próximos pedidos y abastecer a la demanda, llevando a las tasas de inventario más bajos de la historia.
Los empleadores empezaron a encontrar dificultades para contratar personal. Pero algo sorprendente es que muchos trabajadores están renunciando o son reacios a regresar a sus trabajos anteriores y seguir tolerando malas condiciones laborales como lo indica Paul Krugman en el artículo The Revolt of the American Worker.
De manera que la escasez de una cosa resultó en la escasez de otra. Así, la falta de chips semiconductores resultó en la reducción de la producción de computadores, carros y dispositivos médicos y electrónicos. La falta de materias primas y componentes básicos se extiende a todos los sectores y va mucho más allá de los chips semiconductores.
La especialización y el modelo basado en el outsourcing o tercerización colapsaron. “Existe una gran especialización territorial en distintas producciones y cuando sobre esos territorios se producen situaciones específicas de imposibilidad de aumento de la oferta esto arrastra a todo lo demás”, explica González Reyes. Una computadora ensamblada en China puede requerir un chip fabricado en Taiwán o Malasia, una pantalla plana de Corea del Sur y docenas de otros dispositivos electrónicos extraídos de todo el mundo, que requieren productos químicos especializados de otras partes de China o Europa, de manera que recomponer la cadena de producción no es tan fácil.
Bajo el modelo de manufactura just in time o justo a tiempo, las fábricas almacenan la menor cantidad posible de materias primas y piezas, es decir, mantienen inventarios ajustados. Durante años algunos expertos han advertido que la economía global depende demasiado de la producción ajustada y de fábricas lejanas, expuestas a shocks externos como el inusitado crecimiento de la demanda.
Ahora hay consenso en que las empresas y gobiernos priorizarán la seguridad y la accesibilidad en los suministros frente a los costes. Es decir unas de cadenas de suministro más cortas, menos complejas y menos concentradas.
“Pero es la crisis energética la que se dibuja como el mayor peligro para la economía y la estabilidad del mundo postcovid. En un año, el precio del gas se ha multiplicado por cinco, el del petróleo se ha duplicado y el precio del carbón ha alcanzado el nivel más alto de los últimos 13 años”, asegura Luis González Reyes.
El aumento del precio de la energía y otros materiales se ha trasladado rápidamente a toda la economía y se ha traducido en índices de inflación que no se veían desde hace décadas en todos los países.
El Fondo Monetario Internacional en su último Informe Económico Mundial, anunció que la desaceleración en las dos economías más grandes del mundo, Estados Unidos y China, será mayor de lo esperado en 2022, arrastrando la producción en todos los continentes y reduciendo el crecimiento global. ¿Estamos ante un escenario de estanflación? Entretanto los economistas no se ponen de acuerdo sobre el boom económico estadounidense o sobre cómo manejar la inflación.
La manera sobre cómo se desenvolverá en el mediano y largo plazo este shock de la oferta con inflación donde unos factores se refuerzan con otros es incierta y seguramente traerá muchos traumatismos, puede tener implicaciones en la forma como está organizado el capitalismo actual.
González Reyes sostiene que: "Ya no volverá la estabilidad y tranquilidad del siglo XX”(...)“Más allá de que algunos de estos acontecimientos impredecibles y “que antes parecían imposibles” sean más o menos coyunturales, hay algo que ha llegado para quedarse. Yo no diría que va a acabar con el capitalismo, pero a lo mejor sí con el capitalismo global".