Historias de la realidad o la realidad de las historias

sábado, 21 de mayo de 2016

El referendo por el agro colombiano y la Ley Urrutia-zidres



El contexto nacional e internacional no es favorecedor a los campesinos. Primero  porque con la suscripción de los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea el campo quedó desprotegido frente a las importaciones de alimentos, trayendo la ruina de varios cultivos  y de bastos sectores sociales del campo. En segundo lugar, el  Gobierno de Santos mientras incluye un capítulo sobre desarrollo rural en los acuerdos de la Habana para favorecer a los campesinos y restituirles sus tierras,  por otro, pese a  oposición de varias organizaciones de derechos humanos, el Polo Democrático y la Alianza Verde, sancionó la Ley 1776 de 2016, el pasado 29 de enero, que crea las zonas de interés de desarrollo rural, económico y social (zidres), piedra angular del modelo monopólico agroindustrial que priva de sus derechos a los campesinos.  
Según la Ley, el Estado puede arrendar o concesionar tierras baldías a quienes presenten proyectos agroindustriales viables que garanticen la producción en zonas que requieren altas inversiones de capital. El subterfugio está en la palabra “arrendar”, pues en la teoría los campesinos no pierden la propiedad de la tierra pero en la práctica pierden sus derechos. La  Ley modifica el régimen de baldíos usando la estrategia del ocultamiento. De acuerdo con la Constitución y la Ley 160 de 1994 los baldíos nacionales deben entregarse a los campesinos y trabajadores rurales sin tierra en extensiones no mayores a una Unidad Agrícola Familiar, UAF.
Como dijo el senador Jorge Enrique Robledo a El Espectador:
“El truco es que el Gobierno no escritura, pero se entrega en concesión a 30, 40, 60 años”, dado que los proyectos agrodindustriales requieren largos plazos para que sean rentables. Si esa es la manera en que la administración Santos cree que debe organizarse el agro, habrá que discutirlo, pero no es un debate que pueda evadirse. Estas tierras se van a otorgar por tiempos considerables a compañías que tengan músculo financiero para administrarlas, y eso está lejos de ser el objetivo original de la adjudicación de baldíos”.
A los propietarios y/o tenedores dentro de una zidres les dirán cómo usar y explotar sus propiedades y no podrán opinar sobre  si las condiciones les resulta o no convenientes pues  los propietarios de un terreno que deba ser utilizado en un proyecto deberán asociarse o entregar su bien.
La demanda contra la ley presentada por  congresistas del Polo y Alianza Verde dice que: “Los empresarios obtienen mayores beneficios y asumen menos riesgos, mientras que los campesinos pierden autonomía frente al manejo de la tierra, del proyecto productivo, de los incentivos públicos y además pierden su autonomía como sujeto campesino”.
Las zidres tienen varios elementos en común con las distintas modalidades de concesión que existen en el mundo para acumular tierras. Estas Zonas no son una invención criolla, son un eslabón más de la cadena que comprende el modelo internacional de concesión y acaparamiento conocido como Land grabbing, asegura Oxfam.
Este proyecto es el sexto intento del gobierno de Santos para legalizar las ilegalidades cometidas por los clientes del bufete de abogados del ex embajador Urrutia y otros magnates como Cargill, la transnacional agrícola más grande del mundo, Pacific Rubiales, entre otros, quienes han acumulado ilegalmente predios que originalmente fueron baldíos.
El senador polista anotó en un debate en el Congreso que el Polo siempre ha defendido un modelo de producción agrícola dual, donde quepan campesinos y empresarios y que el debate en contra del proyecto Urrutia-Zidres no es un debate en contra del desarrollo de la Altillanura, ni en contra de la producción empresarial, sino en contra de un proyecto particular que despoja a los campesinos de sus derechos y profundiza un pésimo modelo agrario.

La agricultura desaparece paulatinamente de la economía nacional, aseguró  Oscar Gutiérrez, residente de Dignidad Agropecuaria.
“Unas cifras ilustran lo dicho. La agricultura como porcentaje del PIB representaba en el año 1990 el 17.7%, en 2013, representa el 6.1% del PIB. En el empleo, la agricultura representaba en 1990 el 26%, en 2013 representa el 16.9. Las exportaciones agroalimentarias como porcentaje de las exportaciones representaban, en 1990 el 37.6% de las exportaciones totales, en 2013 representa -escasamente- el 11.4%. Y, en el balance de las exportaciones agroalimentarias, lo que tenemos es que en 1990 era de 2 mil 400 millones de dólares a favor de Colombia y, en 2013, es de solo 500 de millones de dólares”. Esos son los resultados de la política agraria oficial.
Testimonios de la gravedad de la crisis agropecuaria fueron el Paro Cívico Cafetero Nacional de 2012 y el Paro Nacional Agropecuario de 2013.
La desaparición del agro nacional no es un tema de poca monta, ya que no sólo afecta a 12 millones de colombianos que derivan su sustento del sector, sino que constriñe la autonomía del país que se ve obligado a depender de otras naciones para alimentar a su población.
Frente a esta situación, Dignidad Agropecuaria Colombiana y otras organizaciones agrarias están promoviendo un Referendo por el Agro Nacional, con el que buscan incorporar en la Constitución Política de Colombia un mandato directo que obligue al Estado a defender la soberanía alimentaria –mediante la protección y el fomento de la pequeña, mediana y gran producción nacional agropecuaria, de la biodiversidad agrícola y el trabajo que de ellas se desprende – frente a los acuerdos comerciales internacionales (TLC) y el capital extranjero presente en el país. En particular, el Referendo busca modificar los artículos 64, 65, 66 y 100 de la Constitución Nacional, así como renegociar – o terminar unilateralmente, si fuera necesario – los TLC, con base en el nuevo mandato constitucional, fortalecer la producción agraria nacional, promoviendo el acceso a la capacitación técnica, al crédito agrario de fomento, sin esquemas comerciales a insumos y fertilizantes, y un precio justo y una producción con precios de sustentación, seguros de cosecha y fortalecimiento del mercado interno.
Coletilla:
En un país donde la concentración de la tierra y el despojo de los campesinos de sus parcelas es secular, el fallo de la Corte Constitucional a favor de la comunidad campesina que disputa las tierras de  la empresa de palma africana La Dolce Vista Estate de Germán Efromovich, en el sur de Cesar es histórico.
La Sala Plena concedió una tutela a favor de la Asociación Colombiana Horizonte de Población Desplazada (Asocol), determinando que las casi 2.000 hectáreas de la hacienda Bellacruz, de propiedad del presidente de Avianca Germán Efromovich, son terrenos baldíos de la Nación que deben ser devueltos a los campesinos que hace 19 años habían sido desplazados de sus tierras por paramilitares.  La Corte amparó los derechos al debido proceso, a la vida, trabajo y vivienda en condiciones dignas poniendo fin a dos décadas de litigios y confrontación. Quedaron sin efecto las resoluciones del Incoder que en 2015 le habían quitado el carácter de baldíos a los terrenos que conforman la hacienda hoy conocida como La Gloria.



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