Historias de la realidad o la realidad de las historias

domingo, 16 de octubre de 2016

La globalización y el auge del populismo de derecha


La globalización neoliberal al no generar el prometido bienestar para las mayorías sino todo lo contrario: pobreza, desempleo, marginamiento y  estancamiento económico ha producido una gran polarización política como respuesta, apuntalada por corrientes de izquierda antiglobalización pero más recientemente por el resurgimiento de una derecha populista que antaño era liberal, neoliberal o conservadora y que genera gran confusión. Confunde porque defienden el proteccionismo, busca el voto obrero y propenden por partidos “neoproletarios” sin socialismo, por supuesto, que apelan al trabajador blanco frustrado por su situación económica y social y que proponen que el acceso a los recursos públicos y a los puestos de trabajo debe ser primero para los nacionales.

Hay distintas variantes de este fenómeno pero tienen en común la bandera  contra las élites políticas y financieras y la defensa de una identidad nacional que se ve amenazada, sobre todo por los extranjeros. “Son movimientos antiglobalización de derechas”, dice el experto Xavier Casals que denomina este fenómeno como “nacional populista”.

Se trata de políticos del talante de Donald Trump, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, que se replica en Europa en cabeza de Norbert Hofer del Partido de la Libertad de Austria, quien estuvo a punto de ganar las elecciones; el exalcalde de Londres, Boris Johnson, a quien se le ha apodado “el rey de la comedia política”; Marine Le Penn en Francia; en el norte de Europa Sylvi Listhaug del Partido del Progreso noruego; el danés Kristian Thulesen Dahl, líder del Partido Popular, que ocupa el segundo lugar en el parlamento y  Geert Wilders, el líder del Partido por la Libertad holandés.

Todos los anteriores tienen en común que apelan al proteccionismo y a  un nacionalismo radical motivado por la crisis de los refugiados. El reclamo nacionalista   utiliza la imagen de un peligro potencial para la integridad de la comunidad nacional, un recurso reiteradamente utilizado a lo largo de la historia para fortalecer la cohesión y promover el consenso social con base en una supuesta identidad nacional.  Se crea así un enemigo sobre quien dirigir el descontento, con el pretexto de asegurar un “nosotros”. 

Su electorado es principalmente obrero. Aitor Hernández-Carr señala que numerosos estudios coinciden en señalar que desde los años 80 se ha producido una evolución común en el perfil socioecómico del electorado de las distintas formaciones de derecha radical populista. Si durante los 80 podría hablarse de un "predominio de individuos de clase media", a lo largo de los 90 y 2000 se hizo patente la progresiva "obrerización" del electorado.

Este es un populismo excluyente que justifica la expulsión fuera de la comunidad de unas “minorías amenazantes” de allí el endurecimiento de las leyes migratorias en el conjunto de la UE en la última década,  el crecimiento de la fobia contra el Islam  y/o la campaña de Sarkosy contra los roms  y en general contra los migrantes.  Remueven sentimientos de intolerancia, xenofobia  en sus electores, pero de ninguna manera atacan las verdaderas causas del malestar de la población, o sea las políticas neoliberales que se aplicaron a rajatabla en ambos lados del Atlántico.

La semana pasada el partido Conservador Británico en su Congreso en Birmingham  tomó un giro populista, donde se hicieron explícitas consignas dominadas por la xenofobia, el desprecio al inmigrante, la nostalgia de la Inglaterra imperial y las ideas más retrógradas en cabeza del ala dura del Brexit - Liam Fox, David Davis, Boris Johnson -  que salió fortalecida. Si Thatcher cimentó  un conservadurismo que exaltó el neoliberalismo, ahora May ha decidido refundarlo desde una visión  nacional populista. Ha señalado que el partido quiere alzarse “contra la visión cosmopolita de las élites, contra el espíritu libertario de la derecha y el socialismo de la izquierda”.


La consolidación de este tipo de populismo recrea épocas pasadas como los años 20 cuando surgieron condiciones para una gran conflagración.

Nobel de literatura para Bob Dylan



Por David Brooks, La Jornada 

Nadie sabe quién es aunque casi todos conocen su nombre, y rehúsa ser vocero de nadie aunque millones a lo largo de medio siglo le han dado la palabra, sin su literatura musical es imposible entender a este pueblo, y sus cantos rescatan para todos la ira y la tristeza, el amor y desamor, la indignación, la soledad y la solidaridad en este país.

Durante más de medio siglo dice que ha sido un trabajador con una herramienta. A los 22 años contó al famoso entrevistador Studs Terkel: mi vida es la calle en que camino; la música, la guitarra, es sólo mi herramienta, y que su trabajo no es más ni menos que el de alguien que hace pasteles, o que corta árboles o construye techos.

Dylan siempre es proclamado como la voz de la generación de protesta. Pero en su libro de memorias Chronicles-Volume One cuenta que cuando unos radicales en busca del "Príncipe de la Protesta" fueron a verlo a su casa, él tenía muy poco en común, y sabía aún menos, sobre una generación de la cual supuestamente yo era la voz.




Pocos artistas han tenido tanta influencia sobre la conciencia colectiva de este país. Su obra es parte integral de la narrativa nacional.

La noticia de que Dylan es el nuevo Premio Nobel de Literatura es un antídoto contra la cruda bajeza de esta coyuntura electoral en Estados Unidos. Sin embargo, el anuncio provocó el mismo debate que ha acompañado a este artista desde sus inicios, de que no es quien debería ser. Fue primero elogiado como una nueva voz del folk, sólo para interrumpirla con una guitarra eléctrica y un giro hacia el rock; fue declarado la voz de la generación de los sesenta, pero sigue siendo un músico contemporáneo que rehúsa ser voz de nadie; ha intentado de mil maneras escapar de las definiciones impuestas, y durante años persiste la controversia sobre si la obra de Dylan es literatura o no, y si no habían escritores más merecedores que alguien tan ronco y sin pretensiones intelectuales, alguien que apenas habla. 

¿No eres de esos que creen que Dylan es un poeta, ¿verdad?, preguntó Gore Vidal en una entrevista con La Jornada hace varios años. Hoy varios expresaron alguna versión de esto, pero todos, aunque rehúsen confesarlo, en algún rincón de su cabeza están murmurando, silbando o cantando la literatura de Dylan. En sus primeros años de artista, Dylan escribió sobre las inquietudes y furias de la generación de los sesenta, desde el movimiento antiguerra hasta los derechos civiles, y fue parte integral de la ruta sonora de lo que se llamaba la contracultura, de los que se dedicaron a romper las convenciones. Fue inmediato, pero no se atoró en la inmediatez. 

Su literatura musical nació radical, y su héroe (una vez dijo que era mi primer y mi último héroe) fue el legendario cantautor radical Woody Guthrie, a quien vino a conocer en Nueva York poco antes de su muerte. Varias de sus canciones se volvieron himnos de los movimientos sociales de los sesenta: Blowin’ in the WindThe Times They are a’ Changin’A Hard Rain is Going to Fall , entre otras. Se escuchaban en cafés y cantinas, en asambleas, mítines y manifestaciones. Siguen vigentes todas hoy día. De repente se escuchan entre niños, o entre veteranos de demasiadas luchas sociales, o algunos que están apenas aprendiendo sobre la historia reciente de su propio país.

La furia antiguerra de Masters of War (Maestros de Guerra, ver versión de Eddie Vedder) o With God on Our Side sigue, casi medio siglo después, tristemente vigente.

Dylan fue un príncipe poético del reino insurgente de música del Greenwich Village en Nueva York, un movimiento que tendría impacto nacional e internacional, donde desde muy joven sus canciones fueron interpretadas por músicos desde Jimi Hendrix, Joan Baez, The Band, The Byrds, Nina Simone y Johnny Cash, entre tantos más. Su influencia fue fundamental para una diversidad de músicos, desde Pet Townshend de The Who a Lou Reed, Patti Smith, David Bowie, Bruce Springsteen, Pearl Jam, Ani DiFranco, entre incontables más.

Pero no se quedó ahí, sino que atravesó por gran universo de géneros, empezando con el folk pero pasando por el rock, country, blues, gospel y, hace poco años, hasta música de la era de Sinatra. Dylan no ha dejado de moverse, jamás ha quedado atrapado en el pasado.

En un discurso al aceptar un premio en 2015, recordó que su primer productor le advirtió que “no había precedente para lo que estaba haciendo, que estaba yo adelantado para mi tiempo… o atrasado”, y que si eso era cierto, el público tardaba de tres a cinco años en alcanzarlo, pero el problema era que cuando el público me alcanzaba, yo ya estaba tres a cinco años más adelante; entonces se complicaban las cosas.

Comentó que “estas canciones mías las veo como obras de teatro de misterio, como las que Shakespeare veía cuando estaba creciendo… Estaba en los márgenes antes, y creo que están en los márgenes ahora. Y suenan como a que han recorrido un duro camino”. Explicó que sus canciones no brotan de la nada, sino que “todo salió de la música tradicional: música tradicional folk, rocanrol tradicional y música de big band…. Todas estas canciones están conectadas, que no los engañen. Simplemente abre una puerta diferente, de una manera diferente; nada más es diferente, pero dice lo mismo”.

Celebró a “artistas radicales que cimbraron la esencia misma de la humanidad… Radicales hasta el tuétano [que hacen] canciones que te llegan hasta los huesos….”.

Dylan es un camaleón, disfrazado pero siempre de sí mismo; jamás pretende ser otro. A sus 75 años de edad sigue en gira de conciertos, grabando, y escribiendo. Su voz a veces reaparece, a veces no. A veces canta de cosas místicas, otras de la vida de un obrero o de repente resucita algo viejo. Nunca se sabe.

Por alguna razón, preferiblemente misteriosa (para evitar algún análisis académico), Dylan da voz a los anónimos perdidos en el sueño/pesadilla estadounidense. A pesar de que rehúsa ser vocero, sus palabras revelan tanto una historia contemporánea individual y colectiva de este pueblo, como las grandes tensiones de una vida durante un día. Canta-cuenta historias. El nuevo premio Nobel es único o, como escribió Ann Powers en el New York Times hace años: En verdad no había necesidad de otros Dylans, porque Dylan siempre se ha renovado a sí mismo.


sábado, 8 de octubre de 2016

Demostrar que sí es verdad que el 99% de los colombianos queremos la paz



La tabla de salvación después del apretado resultado del plebiscito para refrendar el Acuerdo Final de la Habana no fue decir que el país quedó dividido en dos, como lo ha estado desde hace mucho tiempo, sino decir que todos queremos la paz, a pesar de que ganó el no. Esto lo entiendo porque era la única salida política posible luego de un resultado que representa una verdadera debacle para el futuro de la paz en Colombia. Los más sensatos, como el Senador Robledo del Polo Democrático, salieron a pedirle a los jefes del sí y del no, al presidente Santos y al senador Uribe,  que se sienten a concertar una salida para tamaño fiasco, uno que difícilmente entiende la comunidad internacional o que quizás lo entendió demasiado bien.

Nada más político y calculado que el Premio Nobel otorgado al Presidente Santos a los pocos días de haber ganado el no por menos de un punto porcentual del total de la votación. Le están mandando un mensaje al país muy directo: o  arreglan o arreglan. Y el reto no es nada fácil de cumplir. Casi seis años se demoraron las negociaciones de paz hasta su firma, pasando por su fase exploratoria para llegar al acuerdo general con sus seis puntos y luego casi cuatro negociándolos. Ahora tiene que ocurrir casi un milagro para que bajo la presión del cese al fuego bilateral, se llegue a unos puntos concretos y factibles para supuestamente mejorar el Acuerdo Final.

Y aquí está en juego el interés más caro de la nación: el fin de un conflicto armado de cinco décadas pero también otros más mezquinos como la contienda por el poder de 2018. El balón, por lo pronto, está en manos de los jefes del no, principalmente del Centro Democrático, y de las FARC-EP, por supuesto, que tiene que considerar abrir un nuevo espacio a la negociación y reconsiderar posiblemente su status en el postconflicto.  Colocar exigencias por encima de la realidad, como es pedir cárcel para todos los delitos cometidos por los ex combatientes de las FARC-EP, es algo así como  colocarle una talanquera infranqueable al proceso de paz. El pulso es delicado: cuánto ceder y cuánto exigir.

No es tampoco dable que por la sola presión de los marchantes y de las protestas quede ratificado el Acuerdo Final de la Habana, como muchos de los que votaron por el sí creen ingenuamente. Desafortunadamente, el resultado del plebiscito es uno dado por un mecanismo de democracia directa y la sentencia de la Corte fue definitoria y ya incluso los jefes del sí, reconocieron que era un resultado legítimo.  Nadie en la comunidad internacional tiene los argumentos jurídicos para desconocer el resultado. Lo mismo ocurrió con el Brexit. Es cierto que el plebiscito es un mecanismo difícil ya que busca que la ciudadanía responda a una sola pregunta sobre un asunto tan complejo como es el acuerdo final de un conflicto de 297 páginas,  es cierto que hubo una abstención enorme y que la campaña fue demasiado corta, con desinformación y no exenta de manipulación.


No queda más remedio que confiar en que se dé un poco de sensatez e inteligencia política para interpretar correctamente el reto histórico del momento. Hay que dejar de lado la mezquindad, el deseo revanchista, y demostrar en los hechos que es verdad que el 99% de los colombianos sí queremos la paz, a pesar de todo.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Un mundo polarizado e inestable: Manfred Bienefeld


Mantengo un intercambio epistolar con Manfred Bienefeld,un académico canadiense de la Universidad de Carleton, ya  retirado, experto en temas internacionales, la globalización y el desarrollo. Mi ex profesor y amigo, ha mantenido algunas tesis que se sostienen en el tiempo. Nos alerta sobre un mundo polarizado e inestable, que tiene posibilidades de conducirnos a otra gran conflagración mundial. Aquí reproduzco algunas de sus principales tesis sobre la coyuntura actual por el interés que tienen para quienes nos preocupamos por el inquietante contexto internacional.

Manfred siempre ha sostenido, en sus escritos y en sus clases,  desde mediados de los setentas, que los mercados deben estar constreñidos por regímenes sociales y políticos capaces de controlar sus tendencias centrífugas y que si a la globalización neoliberal se le permite continuar erosionando los “Estados-nación” llamados a ejercer dichas  funciones de control,  por necesidad y falta de alternativas, los ciudadanos eventualmente perderían la fe en esos estados. Y  ha advertido  que a medida  que el mundo se vuelva cada vez más incierto y conflictivo,  estos se remitirán más y más a la religión y la etnicidad, para encontrar un “lugar donde pararse”.  En resumen, Manfred, siempre ha descrito esta situación como una que recrea las condiciones de 1920, y considera que sigue siendo una metáfora útil.

Es así como, aún en el “mundo desarrollado” vemos hoy personas cada vez más distantes de sus gobiernos, cada vez más cínicas respecto del proceso político y cada vez más inconformes por sus salarios congelados, los explosivos niveles de desigualdad en el ingreso, la inseguridad económica y el continuo deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura. De repente aún el mantra según el cual la liberalización comercial opera en beneficio del bien público, está cayendo en total descrédito, sin importar quien lo diga o cuantas veces lo repita. Como escribió Yeats alrededor de 1920, en un maravilloso poema titulado  Slowching towards Bethehem: ¡”El centro no se sostiene…los mejores han perdido toda convicción”!

En resumen, la condición para una democracia real, entendida como un sistema que permite a los ciudadanos resolver sus diferencias amigable y constructivamente sobre unas bases sólidas, está desapareciendo rápidamente en casi todas partes. Y, por supuesto, este es un proceso que se auto refuerza en la  medida en que la inestabilidad genera conflicto, el cual, a su vez, exacerba la inestabilidad.  Y en respuesta, grupos, regiones, “gentes” definidas étnicamente y “naciones” se unen para defender sus intereses, o más a menudo, para defenderse de amenazas percibidas o reales frente otros que también buscan defender sus propios intereses, según como los perciban.


En el fondo, este es el combustible que hace que la política hoy día sea tan volátil,  como  la yesca seca, los bosques y praderas asolados por las sequía que representan riesgos enormes de incendios para la gente y las comunidades. Estas condiciones en parte explican muchos de los “sorprendentes desarrollos políticos” de los últimos años: los fenómenos de Donald Trump y Bernie Sanders en Estados Unidos, el desastre de Duterte en las Filipinas, el golpe brasilero, la informe y trágica “primavera árabe” – y también Brexit y Grexit- y….?

Dice Manfred, que durante años, cuando hablaba de semejantes posibilidades, siempre advertía que si su análisis se probaba correcto, entonces algún día se encontraría parado hombro a hombro con gente que básicamente detestaba – porque para el momento en que estas presiones se tornaran tan explosivas las demandas por una mayor autonomía vendría por lo general de grupos de derecha fascistas, y esto es lo que estamos presenciando hoy día.  Es así como vivió el Brexit, con un aparte de sí esperando  que un resultado pro Brexit obstaculizara la  globalización rampante (en la que el sistema financiero británico juega un importante papel),  pero al mismo tiempo atemorizado por “la política” de las personas que estaban promoviendo la campaña a favor.

Manfred explica  que para poder comprender el cuento europeo más ampliamente hay que también entender los esfuerzos desesperados de Estados Unidos por conservar su posición geopolítica en vista de los crecientes retos. En esencia, la respuesta de Estados Unidos  ha estado guiada por un principio expuesto por primera vez en un documento estratégico del Pentágono  expuesto a  comienzos de los noventa. En respuesta a  la pregunta “cuál debe ser el principal objetivo del poderío militar de Estados Unidos en el mundo de la post  Guerra Fría?”, el documento concluyó que debería ser el de “prevenir que surja una superpotencia rival”. Como resultado,  la diplomacia norteamericana se ha enfocado en tres “potenciales rivales” - China, Rusia y Europa -. En tanto que los dos primeros han sido crecientemente demonizados y cercados por bases militares y por países en los que “hemos” alentado, financiado y apoyado fuertes movimientos nacionalistas “hostiles a Rusia y China, respectivamente”  y a menudo también alentado y validado, largas y continuas fisuras étnicas o religiosas para tal fin.

En el caso de Europa, un ostensible cercano aliado, los mismos fines han sido perseguidos, pero de una manera más subrepticia e indirecta. Por un lado, Estados Unidos apoyó decididamente la entrada de Gran Bretaña a la Unión Europea, con el propósito de convertir a Bruselas  en un propagador del neoliberalismo – cuestión que Gran Bretaña hizo durante algún tiempo-; segundo, comenzando con el desmembramiento de Yugoslavia, la OTAN fue transformada en una fuerza agresiva que uniera a Europa más estrecha y formalmente a la estrategia global estadounidense y proveyera a Estados Unidos con una base para pedir grandes incrementos  de gasto militar a sus “socios” europeos; y tercero; este propósito se ha logrado mediante el fuerte apoyo a la constante expansión del ámbito de la Unión Europea, destruyendo efectivamente  la esperanza, o más bien el sueño de que la Unión Europea pudiera algún día, convertirse efectivamente en una entidad nacional, y asegurando que ésta terminara simplemente siendo una entidad económica unificada – otra zona más de “libre comercio” en esteroides.

Todo esto “funcionaba” desde la perspectiva estadounidense, pero había oposición al interior de Europa, y la situación se ha vuelto explosiva en la medida que  el continente ha padecido al tratar de lidiar con el tsunami de los refugiados de la guerra – y económicos- generados por la simultánea desestabilización de una serie de regímenes claves del Medio Oriente. De manera que ahora hemos creado una situación en donde la guerra – una gran conflagración – se ha convertido, una vez más, en una absurda y trágica posibilidad. 

domingo, 7 de agosto de 2016

15 claves para entender el plebiscito por la paz


1. Olvídese del debate sobre el referendo
Ayer hasta las ocho de la noche se rumoraba sobre la posibilidad de que la Corte dijera que la manera correcta de refrendar el Acuerdo Final de Paz era a través de un referendo. Ese escenario quedó completamente descartado por el alto tribunal y dijo, con insistencia, que lo que el Presidente debe convocar para preguntarle al pueblo si está de acuerdo con lo logrado en La Habana, es un plebiscito especial.
2. Usted contestará una sola pregunta
De acuerdo con las reglas que establece la Constitución para convocar a un plebiscito, lo que se le tiene que preguntar a los colombianos debe estar condensado en una sola pregunta lo suficientemente bien construida como para que la respuesta sea un sí o un no.
3. Se necesitan 4.5 millones de votos
Lo aprobado por la Corte dice que para que haya un ganador, ya sea el sí o el no, se necesita que 4.5 millones de colombianos voten. Este número corresponde a un umbral del 13% del censo electoral.
4. Nada de campañas políticas
Queda rotundamente prohibido que en las campañas por el sí o por el no se incorporen contenidos de un partido o movimiento político. Tampoco está permitida la promoción ni divulgación de candidaturas de elección popular.
5. Funcionarios públicos sí, pero...
De acuerdo a lo decidido por la Corte, los funcionarios públicos sí podrán participar de las campañas por el sí o por el no pero sin tener ningún tinte político. Mientras se conocen más detalles de la ponencia final, El Espectador pudo establecer que el alto tribunal habría constatado por lo menos 127 restricciones para la participación de estas personas en el plebiscito.
6. Nada de dineros públicos
Este fue otro de los puntos que tajantemente la Corte frenó con su intervención. Queda completamente prohibido utilizar dineros públicos en la campaña por el plebiscito.
7. No es una votación en contra o a favor de la paz
Tanto en el proyecto de fallo estudiado por la Corte, como en lo decidido después de más de ocho horas de votación, es claro que el plebiscito no está convocando a los colombianos a que decidan si están de acuerdo con que en Colombia haya paz. Se trata entonces de una manera de preguntarle al pueblo si está de acuerdo con una decisión política que en este caso es el Acuerdo Final que el Presidente logre firmar en La Habana.
8. ¿Qué significa que sólo sea vinculante para el Presidente?
En palabras sencillas, significa que los resultados de la votación solo afectarán las decisiones del Presidente pues él es quien está poniendo a votación una decisión política propia. Entonces: si gana el sí, el mandatario podrá, sin ningún problema, incorporar el Acuerdo Final en la Constitución por medio de proyectos de ley o actos legislativos.
9. ¿Y si gana el no?
Ni Presidente, ni ningún ente gubernamental, podrían incorporar lo aprobado en La Habana dentro de la Constitución.
10. ¿Pero entonces si gana el no se caería el acuerdo?
No. Según la Corte Constitucional, el carácter vinculante solo atañe al Presidente. Por eso, el Congreso, por ejemplo, podría encargarse de que el acuerdo no muera. Además, no se descarta tampoco la posibilidad de que, por medio de un acto legislativo, se le devuelvan las facultades al mandatario para que él mismo lo haga.
11. Usted sabrá con detalles qué se logró en La Habana antes de votar
Una de las reglas fundamentales que debe cumplir el Presidente para convocar a un plebiscito es que se debe publicar la totalidad del Acuerdo Final para que, por lo menos un mes antes de la votación, los colombianos puedan saber por qué están votando. Además, la Corte Constitucional dijo que es esencial que para que esta norma se cumpla, el acuerdo sea traducido a idiomas diferentes al español y que además sea entendible para las personas en condición de discapacidad.
12. ¿Y si no se cumple el umbral?
Con respecto a estar pregunta, la Corte Constitucional no se pronunció. Sin embargo, la Constitución dice que cuando en una votación no se cumple el umbral pactado, se cae la convocatoria. Es decir, el plebiscito fracasaría.
13. ¿Quién puede votar?
Todos los colombianos que tengan inscrita su cédula en los puntos de votación que se instalarán en todo el país. Además, quienes vivan en el exterior podrán acercarse a los centros que organice cada consulado para inscribirse y participar.
14. ¿Qué reglas tiene la difusión de las campañas por el sí y por el no en medios de comunicación?
La Corte es clara en ordenar que la transmisión debe ser exclusivamente para la divulgación del contenido del Acuerdo Final y no para su promoción. Por eso, lo que se trasmita no puede tener cargas valorativas ni estratégicas que incidan en los votantes. Además, la información deberá ser veraz e imparcial. Estas campañas solo podrán trasmitirse después de que el Congreso apruebe la convocatoria para el plebiscito.
15. ¿Cómo se hace la convocatoria?
El presidente deberá presentarle un informe al Congreso con el contenido completo del Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. El mismo día que haga esta presentación, deberá expresarles formalmente a los congresistas su deseo de convocar un plebiscito para preguntarle a los ciudadanos si están de acuerdo o no con lo pactado en La Habana.


miércoles, 27 de julio de 2016

Plebiscito: sí a la paz




Los puntos pactados en la Habana no son producto de un diálogo nacional como en épocas de Belisario Betancur. Corresponden a lo acordado hasta ahora entre las partes en conflicto: las Farc, como guerrilla beligerante y el Gobierno de Santos, en representación del Estado. Estos puntos tampoco constituyen un cambio sustancial al modelo de desarrollo o al sistema político imperante, pero sí representan unas reformas lo suficientemente importantes como para que las FARC acepten poner fin a su alzamiento armando, que ha asolado a los colombianos por ya más de medio siglo, y esto es lo que verdaderamente importa.



La pedagogía para la paz apenas comienza. Pocos conocen el contenido de lo acordado y muchos se dejan llevar por el corazón más que por la razón, lo cual es comprensible pero errado. No obstante, el proceso ha avanzado lo suficiente como para que luego de conversar por más de tres años en medio del conflicto, se haya pactado el punto crucial sobre cese al fuego bilateral y definitivo, lucha contra el paramilitarismo y refrendación, o sea la antesala de la dejación de armas y el fin del conflicto.



Se estableció que serán 23 las zonas veredales transitorias de normalización, en las cuales se ubicarán ocho campamentos. Los guerrilleros estarán ubicados hasta por un periodo de 180 días (6 meses), luego de la firma del acuerdo final, mientras se realizan labores de capacitación y tránsito a la vida civil en los campamentos y se realiza la entrega total de las armas de las Farc para su fundición y construcción de tres monumentos que simbolizarán el fin del conflicto. Esto se ha logrado gracias a que se han enmendado muchos errores del pasado y, por primera vez en un proceso de paz, se ve luz al final del túnel y la posibilidad de tener una Colombia sin guerrilla, más apaciguada y más próspera.



Hay que darle el sí a la paz porque es la única salida viable que tiene el país. Un repaso de los acuerdos hasta ahora logrados, permitirá confirmar que ellos son positivos y que el fin último de las conversaciones en la Habana es la dejación de las armas por parte de las Farc y eso es lo que en últimas cuenta de verdad: la posibilidad de que las diferencias y contradicciones se diriman en el plano político y no en el militar, así muchas de ellas persistan, ya que el conflicto es la norma y no la excepción en las sociedades contemporáneas agobiadas por la globalización neoliberal.



La política de Desarrollo Agrario Integral es algo necesario en un país con un campo quebrado por la apertura económica y con poca o nula intervención institucional. Se acordó una reforma rural integral para mejorar las condiciones de vida de los habitantes del campo, eliminar la pobreza, reactivar la economía campesina, cerrar la frontera agrícola, conservar el medio ambiente y crear zonas de seguridad alimentaria.



El punto dos sobre participación política y apertura democrática es algo que siempre ha acompañado todos los procesos de paz exitosos en el mundo. Nada mal caerían al país la tan anhelada reforma electoral o la de los partidos políticos para que se elimine el umbral del 3% para obtener la personería jurídica y que exista un verdadero estatuto de oposición.



La guerra contra las drogas, siguiendo los dictámenes de Washington, no ha arrojado resultados positivos en décadas de ruda represión. Ya va siendo hora de que se impulse un cambio de rumbo hacia un enfoque de salud pública del consumo y un modelo donde la víctima principal de la represión no sea el campesinado y se impulse un verdadero programa de sustitución de cultivos ilícitos, como lo estipula el punto cuarto del acuerdo.



El punto quinto sobre víctimas es medular. En el pasado se tuvo una visión maximalista de creer que se podían judicializar todos los delitos relacionados con el conflicto armado y se tenía una jurisprudencia dispersa e inoperante. Ahora se entiende que hay que reparar administrativamente a las víctimas y no dejar todo al sistema judicial. Cinco mecanismos y medidas integran el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición que busca lograr la satisfacción de los derechos de las víctimas, asegurar la rendición de cuentas por los crímenes cometidos, garantizar la seguridad jurídica, la convivencia, la reconciliación y sobre todo la no repetición, como elementos sustanciales de la transición hacia la paz.



No se va a dar impunidad por los crímenes de lesa humanidad como muchos temían y para ello se establecerá una Jurisdicción Especial para la Paz que busca ante todo satisfacer el derecho de las víctimas a la justicia, luchar contra la impunidad y facilitar que el Estado investigue juzgue y sancione. Además para acceder a cualquier tratamiento especial de justicia será necesarios contribuir a la verdad, la reparación y la no repetición, de allí que cualquier mejor tratamiento penal especial está condicionado a reconocer, desde el inicio, la responsabilidad.



Ahora, y gracias al concepto favorable de la Corte, se convocará a la ciudadanía a un plebiscito para que decida si el Presidente puede o no proceder a impulsar las anteriores reformas, y se de vía libre a la paz, una vez se suscriba el acuerdo final. La decisión favorable de la Corte Constitucional se da en un momento en que el escepticismo y también el odio embarga aún a un gran número de compatriotas, muchos de ellos víctimas directas o indirectas de crímenes cometidos por las Farc. La invitación es a desarmar los espíritus, pues si se mantiene el ánimo beligerante y exigencias al proceso que no tienen piso en la realidad no lograremos nunca avanzar hacia una Colombia en paz.



Con la firma del acuerdo final, vendrá una larga etapa que muchos llaman de postconflicto y de transición hacia la verdadera paz. Según el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, con la firma del Acuerdo se logra el fin del conflicto y no la paz. Luego viene el logro de la paz territorial que se basa en otorgar garantías a todos los derechos constitucionales de las poblaciones y en reincorporar los bienes y servicios a todo el territorio nacional.



La paz perdurable dependerá en gran medida de la voluntad política del Gobierno Nacional para realizar las transformaciones que requiere el país pero también de la seriedad de las Farc en su compromiso de no repetición una vez abandonen las armas pero también necesitamos serenarnos, mantener un espíritu de reconciliación para poder afrontar exitosamente los no pocos retos que le esperan al país. El pulso militar tuvo un costo muy alto, lo suficiente como para persuadir a las partes en conflicto de que éste no traería vencedores ni vencidos y de que la solución política o dialogada es la única salida viable en las actuales circunstancias. Démosle una oportunidad a la paz en Colombia.

viernes, 8 de julio de 2016

Brexit: un duro revés para la globalización neoliberal



El sorpresivo voto de los británicos del 23 de junio en favor del Brexit, más allá de la turbulencia  inicial causada en los mercados financieros y  el desbarajuste en los partidos en Gran Bretaña representa ante todo una debacle para el proyecto de la globalización neoliberal. La  dirigencia financiera y política del mundo, incluida la británica, predicó durante décadas que la globalización es inevitable y que el mundo se beneficiaría con  ceder la soberanía nacional para integrarse económica y financieramente derribando paulatinamente toda barrera entre los países.  No obstante,  el voto de rechazo a la Unión Europea amerita un análisis  sobre si las premisas básicas de la globalización se cumplieron  o no en el caso de la Unión Europea. Si bien la globalización trajo sus beneficios, sus promesas de un mundo de bienestar  no se han sostenido  en el tiempo.
Los ganadores de la globalización han sido las corporaciones multinacionales, los sectores más acomodados, los trabajadores de cuellos blanco y quienes han tenido libre acceso a los capitales. Las personas mayores desempleadas, las clases trabajadoras menos educadas de los países occidentales han tenido que padecer la pérdida de trabajos, unos salarios estancados o decrecientes y  una deuda acumulada.  La evidencia muestra que la desigualdad en el  ingreso ha sido peor en los países que han abrazado el neoliberalismo.  El malestar frente a las políticas neoliberales se ha expresado en el  rechazo de las capas medias y bajas a los partidos de izquierda y socialdemócratas que han apoyado a la Unión Europea y que se ha alinderado con la agenda neoliberal y la ofensiva corporativa. 
La crisis económica y financiera que comenzó en Estados Unidos en 2008 y se extendió al viejo continente para constituir la crisis de la eurozona,  no ha podido ser mitigada por una Unión Europea dominada por los intereses financieros y económicos de Alemania y Bruselas. A los países del Sur de Europa  les impuso programas de austeridad que han resultado contraproducentes y a la fecha no  parecen ver la luz al final del túnel.  A pesar de la integración económica y comercial, la desigualdad entre las economías persiste  y la integración política y cultural, ha estado siempre ausente. Los países más perjudicados, entre los que se encuentra España, son los que se sienten más distanciados del proyecto común.
El fantasma de los refugiados provenientes de los países en conflicto asiáticos  y los migrantes de Europa Oriental recorre a Europa, y el temor xenófobo alimenta el surgimiento de movimientos populistas de derecha, nacionalistas y proteccionistas pero este fenómeno solo en parte explica el voto a favor del Brexit. 
Los medios y el establecimiento han pretendido explicar el resultado del referéndum como parte del atraso cultural de los sectores populares, como producto de un chauvinismo antiinmigrante que debe ser cuestionado. No obstante, no todo el que votó es xenófobo. Es más probable que la crisis austeridad/desempleo, para satisfacer a la plutocracia bancaria de Frankfurt y la City, haya tenido más que ver en la decisión de salir de la UE. El voto Brexit fue  más fuerte en el centro del país donde está su base trabajadora e industrial. Los que prefirieron quedarse, correspondían a la clase no trabajadora del área de Londres y el Sur de Inglaterra, al igual que Escocia y el Norte de Irlanda. Escocia ha dependido de las exportaciones de petróleo a la UE y está altamente ligada al comercio. La economía del norte de Irlanda está ligada a Escocia y  al la economía de la UE. De manera que su voto no era sorpresivo.  Igualmente los efectos de la inmigración se sentía menos en estas regiones que en el corazón de la zona industrial inglesa.
El balance negativo parece ser más el  resultado de la agenda neoliberal impulsada por Tony Blair y David Cameron que condujo a la desindustrialización del país, arrojando un saldo negativo en la balanza en cuenta corriente de la balanza de pagos equivalente a más de 7 por ciento del PIB y que se debe  financiar con flujos de capital del extranjero. El desequilibrio de las cuentas externas del Reino Unido se traduce en los sentimientos que impulsaron el voto por el Brexit especialmente de las clases trabajadoras que son las que más han perdido con la globalización, son compartidos por otros sectores tanto en Europa como en Estados Unidos y pueden alentar nuevos movimientos secesionistas. Sin la amenaza de una Unión Soviética comunista, Europa está más dispuesta a regresar al nacionalismo. 
La UE había nacido de las cenizas de dos guerras mundiales, y la unión de 28 países se pensó como una manera de actuar en bloque para poder competir en un mundo que gira cada vez más en torno a Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo. Si con el Reino Unido en sus filas la UE no era más que un bloque debilitado, con los británicos afuera su gravitación global disminuye aún más frente a China, Rusia y los nuevos centros de poder internacional
El Brexit ha alterado el mercado financiero mundial y determinado la devaluación de la libra y algunos prevén una posible recesión que podría extender al resto de Europa. Políticamente ha desintegrado a los partidos políticos de Gran Bretaña.  La UE pierde a la segunda economía y al segundo país en población, lo que debilita a una Europa cuyo proyecto integracionista dejo de ser democrático  e igualitario para plegarse a los intereses corporativos. El  Brexit marca un duro revés a la globalización neoliberal y parecería que el Estado-nación vuelve a ser un eje fundamental para la gobernabilidad de un mundo cada vez más conectado e interdependiente.  Falta ver si la OTAN también se debilita o sucumbe, lo cual sería también un duro golpe a Estados Unidos y sus ambiciones guerreristas.

jueves, 30 de junio de 2016

Mea culpa del FMI



Es por todos sabido que el FMI es el odioso gendarme que hace cumplir la receta neoliberal sin importar su costo: ha impuesto sin ningún miramiento programas de austeridad a los países deudores y promovido el libre flujo de capitales por doquier. Ahora se pregunta, en  un paper de junio de 2016 publicado por el Departamento de Investigaciones, si el neoliberalismo no se sobre vendió, especialmente en estos dos importantes aspectos.

Obviamente que la mea culpa del FMI  no incluye todo el paquete neoliberal, pues siguen pensando que de todas maneras las reformas de libre mercado  y la reducción del Estado fueron ideas buenas.

Los tres autores: Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani, y  Davide Furceri sostienen que tanto la remoción de restricciones a los movimiento de capitales entre países o la llamada liberalización de la cuenta de capitales como la consolidación fiscal, mejor conocida como “austeridad”,  no han arrojado los resultados esperados. En primer lugar, en cuanto al crecimiento sostenido los beneficios obtenidos son dudosos cuando se examina un grupo amplio de países y los costos en términos de una mayor desigualdad han sido altos. El aumento en la desigualdad afecta el nivel de sostenibilidad del crecimiento y aunque esta fuera el único propósito de la agenda neoliberal, sus defensores tienen que ponerle atención a sus efectos en la distribución del ingreso.

En efecto, la relación entre mayores flujos de capital y crecimiento es dudosa. Todo depende. Hay flujos de capital como lo especulativos de corto plazo que no traen nada bueno. Los estudios demuestran que se han producido unos 150 aumentos repentinos de flujos de capital en unos 50 países emergentes desde 1980, cuando comenzó la liberalización, y en un 20% de los casos han terminado en crisis financieras. Tan es así, que muchos líderes del mundo aceptan cada vez más los controles de capital para frenar los flujos especulativos de corto plazo que pueden causar estas crisis.

Reducir el tamaño del Estado mediante la privatización de algunas de sus funciones o recortando el gasto público y el tamaño del déficit fiscal, es el otro aspecto crucial de la agenda neoliberal.  Hay muchos ejemplos de ello como el límite de la deuda del  60% del PIB exigido como requisito para que un país pueda acceder a la euro zona (criterio de Maastricht). Pero los autores se preguntan si este tipo de reglas se justifican en países con amplia solvencia económica. Y yo agregaría que para los no tan solventes también.

Es más, tanto la apertura como la austeridad están asociadas con un incremento en la desigualdad del ingreso y este efecto en la distribución dispara una curva adversa de retroalimentación, al punto que puede frenar el crecimiento mismo.

Irónicamente, los autores dicen que ante semejantes resultados, el FMI ha estado al frente “reconsiderando” las políticas neoliberales en particular la liberalización financiera y la drástica austeridad, y menciona algunas declaraciones hechas por voceros del Fondo  en años recientes.

También  replantean el emblemático caso de Chile ya no como el mayor éxito del paradigma neoliberal sino como dice Joseph Stiglitz “un ejemplo de un éxito que combina los mercados con una apropiada regulación”. Anota Stiglitz que en los primeros años de su transición hacia el neoliberalismo, Chile impuso controles sobre los flujos de capital, para que no la inundaran, lo que sugiere que ninguna agenda rígida arroja buenos resultados para todos los países en todos los tiempos. Concluyen diciendo que los líderes y las instituciones como el FMI que los asesoran, deben guiarse no por la fe sino por la evidencia de lo que ha funcionado.








viernes, 10 de junio de 2016

La realidad detrás de la democratización de la moda


Querámoslo o no la moda está presente en nuestras vidas. Nuestra apariencia hace parte de nuestra identidad, y nuestra forma de vestir es parte de ella y está necesariamente  influenciada por la moda, moda que ahora es global, homogenizada por  una industria  multinacional que se ha adaptado al cambio, flexibilizándose y desplazando su producción al tercer mundo.
Ya no ocurre que la moda la impongan exclusivamente los grandes modistos y que esta se transmita de las clases altas a las bajas mediante la imitación.  La moda en el pasado estuvo siempre identificada con la movilidad social. Quizás el primer paso lo dio  la diseñadora francesa Coco Chanel, quien sacó muchas de sus ideas icónicas del pueblo. Produjo una ruptura con la opulenta y poco práctica elegancia de la Belle Époque y creó una línea de ropa informal, sencilla y cómoda. Vestía a las mujeres de clase alta con camisetas a rayas inspirada por los marineros franceses,  camelias que las utilizaban las sirvientas británicas, perlas que eran solamente populares en Rusia y con sus famosos trajes de tweed con chaqueta ribeteada.  Pero lo verdaderamente revolucionario fue que sus diseños dejaron de ser  exclusivos de la alta costura para popularizarse en las calles.  Una de sus frases más famosas dice: Una moda que no llega a las calles no es una moda.
Desde la revolución de los cincuentas con el prête-à-porter o el ready to wear (listo para llevar) se empezó a democratizar la moda. Las marcas como Christian Dior, Armani,  Calvin Klein que habían sido exclusivas, se pusieron al alcance de una clientela mucho más amplia. Costureros y diseñadores dejaron de trabajar exclusivamente para la alta sociedad, ahora lo hacen en función de una gran masa de consumidores que aman sus productos que se venden en tiendas de cadena, presentes en forma similar en  los Malls de cualquier ciudad del mundo.  El resultado es la homogenización en la forma de vestir, con prendas más baratas y asequibles para todos, una moda cómoda y fácil de llevar.  La diferencia en la identidad de clase en el vestir está ahora principalmente en la calidad de los materiales y en algunos detalles de diseño.
Se dejaron atrás los valores y tradiciones, de manera que un joven de África viste la misma camiseta GAP o Levi's que alguien más luce en Francia o en Colombia. Con la emergencia de las marcas de cadena, se fragmentó el gusto en la moda. Las preferencias de los consumidores se comunica gracias los equipos de informadores que  observan a los potenciales clientes en distintos sitios y por la información que transmiten los vendedores de las tiendas. Ahora la mayoría somos iguales en el vestir. La excepción son las subculturas o tribus urbanas como muchos la llaman: están los skinheads, hippies, góticos, punk, floggers, tecno, metal, todas las cuales intentan rescatar una identidad original y propia.
Pero la democratización de la moda ha tenido un alto costo social. Para poderse adaptar al constante flujo de nuevas tendencias, y a la despiadada competencia, la industria de las  confecciones se ha relocalizado en países del tercer mundo, donde los trabajadores, principalmente mujeres, trabajan en maquiladoras y empresas unipersonales bajo terribles condiciones laborales.
La ropa de marca nos conecta automáticamente con muchos lugares globalmente. La ropa no la fabrica la marca en su país de origen,  está hecha en lugares insalubres y peligrosos,  con bajos costos laborales, en largas jornadas de trabajo, por trabajadores pagados a destajo y sin contrato. Esto es a lo que los economistas se refieren como la flexibilización laboral.
Para reducir costos, las empresas subcontratan gran parte de la costura e incluso el corte a maquilas en países como México, China, Tailandia, Rumania y Vietnam, donde la pobreza es alta y los salarios paupérrimos y donde los gobiernos ofrecen toda suerte de garantías a la inversión extranjera. En Colombia son ejemplo de ello las maquilas de Medellín e Ibagué. También se ubican en ciudades donde se concentran los necesitados inmigrantes. 
Anteriormente el comercio textil y de prendas de vestir se regía por tratados multilaterales que designaban cuotas de importación de textiles y prendas de vestir a los países, pero a partir de 2005 se eliminaron para entrar al libre comercio total favoreciendo  principalmente a China que hoy domina alredor del 50% del mercado mundial de textiles y confecciones.
Un ejemplo de cómo opera la globalización en este lucrativo negocio, es el grupo Inditex,  el tercero a nivel mundial, que cobija varias marcas a la vez: Zara, Pull &Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Zara Home, Kiddy’s Class y Uterqüeo.  El grupo está compuesto por cerca de 150 sociedades en 30 países. El diseño se realiza en la sede española y la manufactura se subcontrata. El 59% de los trajes se confecciona en Europa, el 23% en Asia y el 12% en Europa del Este y el 3% en el resto del mundo.  Sólo distribuye sus productos a través de sus propias tiendas (2.300 en 56 países).
El éxito de esta multimillonaria empresa radica en  la creación de un centro logístico en Arteijo, (La Coruña, España), informatizado, que comunica la sede central del holding con cada uno de sus puntos de venta en el mundo, de tal manera que  flexibiliza la producción en la medida en que posibilita reponer el producto consumido –tallas, colores, patrones-, introducir en fábrica las modificaciones que dicta cada mercado específico y conocer, además, en tiempo real la facturación de cada uno de esos puntos. Lo que se busca es suministrar las prendas Justo a Tiempo  (just in time) haciendo competitiva a la empresa, al ser capaz de entregar la cantidad y variedad exactas en el mercado deseado. La circulación de las prendas y diseños es extremadamente rápida y se adapta a la moda del momento con suma facilidad, pues se espera que los clientes cambien de forma de vestir y de estilo con cada temporada o estación.